Osvaldo Navarro / Después no digan que no se sabía

AutorOsvaldo Navarro

Muchos son los que en el mundo, durante los últimos años, han venido apostando por un tránsito ordenado y pacífico hacia la democracia en Cuba. Incluso, los diferentes grupos de la disidencia interna y algunos del exilio, que no logran ponerse de acuerdo sobre aspectos particulares de sus proyectos políticos, encuentran un punto de coincidencia en el hecho de que su lucha no acudirá jamás a métodos violentos. Es una forma de pensar que basa sus expectativas en los acontecimientos que determinaron la caída de las dictaduras comunistas en Europa del Este o que posibilitaron la conquista de la democracia en países como España y Chile.

Sin embargo, tales argumentos, que resultan atinados desde el punto de vista de la lógica política y desde una posición humanista y civilizada, cuando se confrontan con la naturaleza del régimen de Fidel Castro y con determinadas características de la historia de Cuba, no parecen tan convincentes.

Las aberrantes condenas, incluidas la pena de muerte y la cadena perpetua, impuestas recientemente a cerca de un centenar de disidentes y fugados cubanos, han venido a revelar, al fin, ante los ojos del mundo, algo que el pueblo de Cuba ha corroborado, con pánico, desde hace tiempo, y es que Fidel Castro y su grupo más cercano llegaron al poder por la vía de las armas, se han mantenido en él sobre la base de la represión y el terror y no lo abandonarán pacíficamente, aunque para ello tengan que sacrificar la vida de miles de cubanos y poner en riesgo el destino mismo de la nación.

Una previsible sucesión, fuese quien fuese el sucesor, tampoco parece que cambiaría la actual intransigencia del régimen. Los hombres más allegados a Castro, que son los altos mandos militares y no esos jóvenes retrógrados que él muestra como señuelos de renovación, saben perfectamente lo que el mismo dictador sabe, y es que si abren un espacio a la oposición, por muy mínimo que sea, por esa brecha se les escapará todo el rebaño, lo cual equivaldría a perder el poder. Por eso, han seguido el consejo chino de matar al adversario en el huevo.

Eso que ha dado en llamarse socialismo y que hasta los mismos chinos, con la mayor sutileza, han transformado en un capitalismo floreciente, es un sistema implantado por la fuerza, que no responde a ninguna de las leyes políticas, económicas y sociales en que se basa el mundo moderno, que es, no nos llevemos a engaño, el capitalismo. Esas leyes, especialmente las económicas, fueron caracterizadas por Marx...

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