Orgullo de Jamaica

AutorMauricio Angel

Pandillas y pobreza rodeaban el barrio de Kingston donde creció Bob Marley, quien no se llenó de odio ni miseria, al contrario: decidió escribirles a las sonrisas, al amor, al sol y a los pájaros.

Murió joven, a los 36 años. Delgado y de apariencia frágil, a 40 años de su partida a otra dimensión, esa figura con rastas ha demostrado ser más poderosa que la que imponía la facción de los Rude Boys que tomaban las calles donde él habitaba.

Marley es el máximo representante del reggae, música que combina ska, rock, pop, R&B, soul y cantos rastafaris, algo que pareció predestinarlo desde su sangre misma: su padre fue un capitán blanco que sedujo a Cedella, una joven de color, descendiente de la tribu Cromantee, la cual se había rebelado contra la esclavitud. Tenía 18 años cuando fue abandonada y tuvo que hacerse cargo sola de su pequeño; decidió mudarse a Kingston para vivir mejor.

Marley supo adaptarse a un barrio lleno de carencias, a disfrutar la compañía de todos los vecinos, e incluso tenía un apodo: Tuff Gong: así llamó a su futuro sello discográfico. Reacio a la violencia y las actividades ilícitas, descubrió su gusto por el ska, la música de moda en la isla.

Junto con amigos de la infancia formó un grupo vocal e incluso grabó canciones originales, como "Simmer Down", que de inmediato conectaron con sus compañeros del ghetto e impulsaron a su grupo, The Wailers.

Para 1966, Marley, a sus 21 ya era respetado por productores locales y su vida pintaba bien, pues se había enamorado de Rita Anderson, quien se convirtió en su esposa. No obstante, su madre, quien se había mudado a Estados Unidos, insistió en que él siguiera sus pasos.

Las limitadas oportunidades para hombres de color en EU no convencieron a Marley, quien volvió a su país para encontrarse con algo que le cambió la vida: había sido visitado por Dios.

El mito dice que el activista Marcus Garvey había impulsado a sus seguidores afroamericanos a mirar hacia África y les dijo que la coronación de un rey negro sería la señal de que el Mesías estaba en camino.

Muchos tomaron la coronación en 1930 de Ras Tafari, el último emperador de Etiopía, como esa señal divina y fundaron en su honor el culto rastafari, que cobró fuerza inusitada a miles de kilómetros, en Jamaica. Por eso su visita a ese país, en 1966, fue un suceso que también presenció su mujer, Rita. Al regresar, ella lo guió a adoptar aquella religión, que se conectaba con sus creencias y teorías sobre la crítica política y...

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