El Informe Oppenheimer / La revolución capitalista china

AutorAndrés Oppenheimer

Desde el minuto que uno aterriza en Beijing, incluso antes de tener la ocasión de asombrarse por la fiebre capitalista que envuelve a este país, uno se queda boquiabierto ante el gigantesco aeropuerto futurista por el que transitan 38 millones de pasajeros anuales.

Mi vuelo aterrizo en la puerta 305, lo que ya de por sí es una sorpresa para alguien acostumbrado a llegar a la puerta B-7 del aeropuerto de Miami, que apenas tiene 107 puertas. Pero esa fue apenas la primer sorpresa.

Camino al hotel, vi más grúas de construcción de rascacielos que en ninguna parte del mundo. En este momento, hay 5,000 mil grúas de construcción de edificios altos en la capital china.

En el centro de la ciudad, al pie de los rascacielos, hay tiendas de automóviles Rolls Royce, Maseratti, Lamborghini, Mercedes Benz, BMW y Audi, al lado de negocios de Armani y Louis Vuitton.

Le pedí a mi conductor que se detuviera frente a algunas de las tiendas de empresas automotrices, convencido de que eran oficinas de representación para venderle motores de aviones o tractores al gobierno chino. Pero no: le venden carros de lujo a los millonarios chinos.

El año pasado, Mercedes Benz vendió 12,000 automóviles en China, BMW 16,000, y Audi 70,000, según reporto recientemente con evidente orgullo el periódico gubernamental China Daily.

El crecimiento económico de China, de un promedio del 9 por ciento anual desde que el país inició su apertura económica hace veinticinco años, está produciendo una élite de ricos y una creciente clase media, después de haber sacado a 250 millones de personas de la pobreza. Si el crecimiento sigue así, se proyecta que la clase media China se duplicará para el año 2020, del 20 por ciento al 40 por ciento de la población.

Y el aumento de la clase media se ve en las calles, tanto en la majestuosa Avenida Changan del centro como en los barrios de clase trabajadora.

Aunque un 80 por ciento de los 1,300 millones de habitantes de China viven en la miseria en el campo, los residentes de las ciudades como Beijing y Shanghai están mejor vestidos de lo que uno ve en las principales capitales del mundo.

En parte, claro, esto se debe a la fabulosa industria de la piratería: los chinos han reemplazado el uniforme de Mao por el traje Armani pirateado.

¿Qué está haciendo China que no se está haciendo en America Latina?, le pregunté a cuanto funcionario de gobierno, diplomático y periodista que entreviste aquí. Escuché muchas respuestas, pero todas apuntaban a lo...

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