Opinión Internacional/ ¿Vive aún el Viejo de la Montaña?

AutorJosé Antonio Ugarte

El conde Enrique de Champaña (1150-1197) nunca sospechó que pasaría por la sorpresiva experiencia de conocer a los "Asesinos" de Alamut antes que enfrentar a los infieles que asediaban Jerusalén. Su llegada al cruento escenario de la tercera Cruzada había estado precedido por una vista fugaz a las tierras de Armenia, con el propósito de informarse y, eventualmente, reforzar la autoridad de Constantinopla, ya en apurada decadencia desde entonces.

Al cruzar por Siria, fue interceptado por un puñado de Da'ishasasinee que, más que guerreros feroces, presentáronse como místicos ermitaños revestidos de blancas túnicas. Invitaron al conspicuo cruzado a visitar a su Imán, heredero genuino del perpetuo Hasan-i Sabbah y descendiente místico de Alí y Nizar, pues ardía en deseos de conocer a un jefe cristiano que le resolviera el mayor misterio que había intranquilizado su ascética existencia. Por aquellos días, el supremo cargo de "Viejo de la Montaña" recaía quizá en Mohamed II que, según la crónica que nos ha llegado, jefaturó la secta secreta de los "Asesinos" en la última parte del Siglo 12.

El conde de Champaña, conocedor y víctima militar de los terroríficos actos de los "Asesinos", e intrigado por tan extraña invitación, no dudó en aceptar, que de haberlo querido matar sus anfitriones, lo hubiesen hecho sin tal protocolo.

Así, con todo y Ejército, partió con rumbo a la montaña de Alamut (aluhamut, es decir, "el nido del águila") no menos curioso que aterrado. Por valles escondidos, pasos estrechos y peñascos cimeros llegaron al cuartel general de la secta después de varias semanas de marcha en la que hubieron de permanecer encapuchados algunas de sus jornadas.

La fortaleza de Alamut se encontraba, y allí han de seguir sus ruinas, sobre la cordillera Elburz en la parte noroeste de la Persia, entre las actuales Tabriz y Teherán. Se dice que en días despejados se puede disfrutar del rúbeo horizonte del mar Caspio. Bueno, pues hasta allá ascendió el temeroso conde cristiano.

Una vez en presencia del "Viejo de la Montaña", preguntó sobre la causa de tan secreta visita y de la inusitada cantidad de regalos que éste le presentaba. El heredero de Hasan-i Sabbah le dijo que deseaba conocer un secreto de los muchos que soportaban el éxito militar de los Cruzados.

Enrique de Champaña, ante la inutilidad de negarse a responder, quiso también sacar provecho de la visita, pues pensaba salir con vida aunque tuviese que confesar los pecados del Rey de Francia.

Preguntó, pues, sobre el porqué de la infalibilidad de sus atentados.

El Imán intentó complacerlo...

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