Opinión Invitada / Reelección y mitología nacional

AutorOpinión Invitada

Laura Medellín

Hablar de la reelección en México es hablar de uno de tantos mitos que circulan en la simbología nacional. La verdad histórica es que se prohibió esta posibilidad, dada la experiencia de perpetuación en el poder en la época porfirista.

La vieja consigna maderista de 1910 "Sufragio efectivo. No reelección" obedecía a este reclamo popular democrático. Al triunfo de la Revolución, el artículo 83 y el 59 de la Constitución sancionada en 1917 prohibía la reelección tanto del Presidente como de los diputados y senadores.

Una breve interrupción de esta consigna ocurrió en 1927 cuando se permitió la reelección del Presidente para el periodo inmediato, sin embargo, el asesinato de Obregón en 1928 terminó por sepultarla en la contrarreforma de 1933.

Aunque el PMS quiso abrir el debate parlamentario en 1964 para revivir la figura, volvió a interpretarse como un asunto de la simbología nacional intocable y fue sacada de toda discusión política posible.

Posteriormente, en los años 90, en pleno auge del debate intelectual sobre la transición a la democracia y la necesidad de un nuevo diseño institucional del Estado, se volvió a mencionar la introducción de la reelección legislativa, entre otros temas, como un recurso para la rendición de cuentas de los políticos.

Recientemente, el debate, antes de que el Presidente Calderón lo retomara hace unos días (entre otras iniciativas que atañen a la reforma de Estado), ya había sido motivo de investigación entre los especialistas para señalar que la figura de la reelección establecida con controles bien especificados puede incentivar la calidad democrática.

Y es que la reelección para legisladores y alcaldes, una vez aprobada por los congresos respectivos, permitiría entonces mantener un vínculo más estrecho con su base de electores al tener que hacer un buen trabajo parlamentario (legisladores de ambas cámaras) y de políticas públicas (alcaldes) que les permita tener cara para volver a pedir la confianza ciudadana y no depender de los controles partidarios.

Además, permitiría la formación de una clase política más estable y profesional, ya que se podría acumular conocimiento sobre la función pública que les permita tener una curva de aprendizaje menos frecuente.

La estabilidad en el cargo podría fomentar la existencia de interlocutores más eficaces, sujetos a una comunicación más duradera. Al final, de eso se trata la buena política.

Se considera que la reelección como una posibilidad jurídica...

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