Opinión Invitada / Proyecto de vida

AutorOpinión Invitada

Irma Alma Ochoa Treviño

Al responder a la pregunta "¿qué te gustaría ser cuando seas adulto?", tres niños de un preescolar ubicado al sur de la Ciudad dijeron: ser pandillero.

Antes, las niñas querían ser enfermeras, maestras, abogadas o doctoras; los niños abogados, médicos, administradores o ingenieros. Otros querían ser bomberos o policías.

Los paradigmas cambian. Las y los adultos hemos construido un mundo donde prevalecen la desigualdad, la falta de oportunidades y la violencia.

La desesperanza ante las oportunidades que ofrece el Estado es lo que origina esa aspiración o proyecto de vida. Éste depende, en gran medida, de la situación real que les rodea, del momento histórico, del espacio geográfico que habitan y de la movilidad social.

Los filtros educativos, cada vez mayores, reducen las posibilidades de educación formal, la cual es insuficiente. Requiere, además, desarrollar capacidades y habilidades.

A menor educación menores oportunidades de empleo con remuneración justa y digna; en consecuencia, menor calidad de vida.

Cuando el ingreso se pauperiza, los peldaños de la escalera social y económica resultan inalcanzables. La pobreza amplía más la brecha de la desigualdad y de la injusticia.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo creó un sistema de indicadores para medir el desarrollo de un país teniendo en el centro al ser humano, no la economía.

Refiere las oportunidades, posibilidades y capacidades con que cada persona cuenta para desplegar su potencial.

Entre otras, la posibilidad de alcanzar una vida larga y saludable; la adquisición de conocimientos individuales y sociales valiosos, y la oportunidad de obtener recursos necesarios para disfrutar de un nivel de vida decoroso.

Con la esperanza de vida al nacer de 77.5 años para las mujeres y de 72.7 para los hombres (INEGI, 2008), puede elaborarse un proyecto de vida significativo, pero poco nos detenemos para pensar: "¿Cuál es el propósito de mi vida en este mundo?".

Usualmente no nos abocamos en diseñar la vida que queremos vivir o a buscarle significado: único, distinto y particular para cada quien. En cambio, sin rumbo, con frecuencia caemos en la vorágine.

Si se prefija el camino habrá más...

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