Opinión Invitada / La maletita Pier Cardán

AutorOpinión Invitada

Juana Inés Dehesa

"¿Y aquí, a Germancito, dónde lo llevamos?", fue la pregunta que hizo Mariana, mientras levantaba a pulso lo que hasta el sábado pasado fue el departamento de interés social que habitaron las cenizas de mi papá: una urna negra, a un tiempo siniestra y horrenda, flanqueada en cada vértice por columnas doradas; un ejemplo perfecto de lo que el célebre difunto llamaba "charroco tardío".

Como suele suceder cada vez que habla Mariana, suscitó el desconcierto. En eso nadie había pensado. Con una precisión y una atención al detalle que ni el asesinato de Osama, entre Adriana, Rosa Elvira y mis hermanos logramos organizar finalmente el viaje a Tlacotalpan. Iríamos sus cuatro hijos, su hermana, el licenciado Max Peniche, que es un hermano que le nació en Yucatán, Adriana, y su cercanísimo y fidelísimo "personal de apoyo": Pancho, Rosa Elvira, Janet, Chivis y Fita. Sería el 14 de mayo, vestiríamos de blanco y trataríamos por todos los medios de evitar el llanto y la tristeza.

Lo que nadie sabía, por supuesto, era cómo llevarse a Germancito. La urna era demasiado conspicua para andar con ella por la calle, hasta en Veracruz. Mi mamá, la Tacher, sugirió una bolsa de plástico amarillo pollo que anunciaba una zapatería; la rechacé por prosaica. Intentamos una azul que decía "Cielito Lindo", y que parecía metafóricamente propicia, pero resultó demasiado endeble. Finalmente, encontramos una solución si no ideal, digamos que suficiente: una maltrecha, aunque resistente, maletita color cobalto marca Pierre Cardin.

Así que si usted fue por Veracruz este fin de semana y vio a una panda de individuos harto sospechosos remolcando una igualmente sospechosa maletita azul, ya sabe: dentro iba un prócer.

El viaje, digno de la maleta y de su ocupante, fue una mezcla entre Fellini y los hermanos Marx. Fue, a un tiempo, extenuante, gozoso, triste y reconfortante. Ya se ha reseñado lo suficiente en la prensa la gratísima visita a la nueva casa de los libros de mi papá. Sólo diré que vale la pena ir, aunque sea para ver su retrato y comprobar, como se me hizo ver, que es la única biblioteca en el país que alberga los discursos completos de Beatriz Paredes. Para que vean.

Después de Xalapa, Germancito y su caja...

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