Opinión Invitada / El futbol como antídoto

AutorOpinión Invitada

Teresa Celestino

Ni los incrementos a los impuestos, el desempleo, las balaceras o los enfrentamientos entre las fuerzas del orden contra el crimen organizado que se han vivido en la ciudad han podido opacar la euforia generada por el tercer campeonato del equipo de futbol Rayados de Monterrey.

¿Por qué tanto interés? ¿Por qué el juego y el deporte se han convertido en una parte importante en nuestras vidas, ya sea como espectadores o deportistas amateurs o profesionales?

El deporte es un fenómeno social muy complejo que puede abordarse desde distintos enfoques, pero iniciemos tratando de explicar qué es el juego. Al respecto, Huizinga en su libro "Homo Ludens" señala que el juego siempre ha formado parte de la actividad humana, que expresa una acción libre, sentida y ejecutada como algo fuera de lo cotidiano, que puede absorber por completo al jugador sin que haya en ello un interés material o se busque provecho alguno, y que se caracteriza por el antagonismo entre los bandos, la tensión y la incertidumbre.

Otro elemento central es ganar, poder vanagloriarse ante otros de que las cosas hayan salido bien. El triunfo de Rayados representó una oportunidad de jugar y, por tanto, de ganar, donde vencer significó mostrarse al término del juego superior a otro, y esta superioridad tiende a convertirse en una superioridad en general. Se gana prestigio y honor que beneficia a todo el grupo al que pertenece el ganador.

Una de las razones de la popularidad del deporte como actividad contemplativa es su capacidad para desconectar el mecanismo disciplinario del mundo laboral. El estadio se convierte en un "panóptico invertido" en el que los aficionados, cuyo comportamiento se vigila y conoce a la perfección en el trabajo, se transforman en espectadores de los jugadores que, en virtud de su completa visibilidad, devienen en sujetos en los que los aficionados pueden descargar su frustración.

El estadio es una especie de territorio conquistado en el que los aficionados pueden experimentar con gran intensidad una diversidad de emociones que no pueden expresar en otros espacios. Esta intensa vivencia emotiva es como una liberación, una pérdida de control. Por eso, no es raro que los seguidores empleen metáforas afines a la locura para describirla: "Monterrey, ladrón de mi cerebro".

Portar los colores de los Rayados -o de cualquier otra escuadra-...

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