Opinión Invitada / Alfredo Lecona: El Senado

AutorOpinión Invitada

Para acceder al Senado, hay que entrar por el parque Luis Pasteur en la intersección de Insurgentes y Reforma. Si la entrada se autoriza, tras dos filtros de seguridad, una escalera lleva al Patio del Federalismo, en el piso 1.

La sensación de estar en el centro del País es inevitable. Los ventanales de las oficinas de los 128 Senadores y Senadoras lo rodean a uno. El edificio es un hemiciclo, un semicírculo donde están inscritos los nombres de todas las entidades federativas.

En el centro está el salón del Pleno. Por ese piso 1 se entra a las oficinas de los grupos parlamentarios, donde sus integrantes se reúnen antes de cada sesión para acordar los sentidos y sinsentidos de sus votos en las sesiones plenarias de los martes y jueves.

Si se está ahí alguno de esos días, es fácil encontrarse con legisladoras y legisladores saliendo y entrando al Pleno o caminando por el Patio del Federalismo para acceder a sus oficinas, seguidos de asesores que les apresuran para llegar a tiempo a una u otra reunión, mientras les cargan papeles, portafolios, bolsas y teléfonos.

Si el mes pasado se estuvo en ese edificio, como estuvieron personas de la sociedad civil en días en los que se aprobó el acuerdo para elegir a la nueva persona titular de la CNDH, se habría tenido que bajar dos pisos al sótano 1 para ver el inicio de una nueva farsa en la Junta de Coordinación Política, que tiene una sala de reuniones al lado de la oficina del verdadero dueño del Senado. Ahí despacha el Coordinador de Morena, Ricardo Monreal, el Emilio Gamboa de la mal llamada cuarta transformación.

Mientras en la sala de juntas se le prometía a la sociedad civil un proceso histórico y distinto -con indicadores vinculantes para evaluar a los candidatos y candidatas que aspiraban a presidir la CNDH y no integrar una terna de cuotas y cuates-, Monreal tenía otros planes.

Dejó que las Senadoras y Senadores de las comisiones de Derechos Humanos y Justicia se entretuvieran con entrevistas a activistas y aspirantes para que, al agotarse el proceso, armara una terna con Caballo de Troya incluido. ¿Qué importan los acuerdos parlamentarios si se tiene a la mayoría y se desayunan tlacoyos, fruta y jugo en Palacio Nacional con su inquilino?

La operación política para asaltar la CNDH le salió más cara a Monreal de lo presupuestado, pero ¿qué perspectiva se puede tener de los excesos si es el dueño temporal de un edificio que costó más del doble de los mil 954 millones de pesos presupuestados?

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