De XE-TU a la ópera

AutorHugo Corzo

El tenor Rolando Villazón tenía 26 años cuando en 1999 salió de Ciudad Satélite rumbo a Europa acompañado de su esposa, Lucía Escobar, y una promesa: buscar el éxito en el Viejo Continente.

Volvió hace poco. El jueves estuvo en el Palacio de Bellas Artes para presentar su primer disco, "Arias de ópera italianas", y el viernes volvió a ese foro capitalino para cantar en la Gala Latina de la Sociedad Internacional de Valores de Arte Mexicano.

También volvió para contar cómo le ha ido después de haber actuado en una decena de papeles principales, durante estos cinco años, en casas de ópera de Génova, París, Lyon, Montpellier, Bavaria, Holanda, Munich, Berlín, Hamburgo, Roma, Londres, Nueva York y Los Angeles. Después de conseguir, pues, lo que buscaba.

"Me siento muy bien, muy feliz de estar aquí, en mi País, presentando mi disco; hace 5 años, la última vez que nos vimos, estaba todo por hacerse, aunque me sentía confiado; ahora, aunque he afianzado mi carrera, debo seguir creciendo y creciendo", comenta.

Cuando se fue ya tenía algunas cosas qué presumir: se había acercado a la música escuchando "Granada" de Agustín Lara en la voz del ratón Topo Gigio, había ganado a los 12 años un concurso en el programa televisivo XE-TU y antes de irse había obtenido el segundo sitio del concurso internacional Operalia.

Antes de eso su carrera corría el riesgo de desviarse por varias causas: el ocio adolescente entre Lomas Verdes y Satélite, su vocación sacerdotal y porque... no le gustaba la ópera.

"No la escuchaba y ni discos tenía", confiesa, "empecé tomando clases con el barítono Arturo Nieto, pero me jaló más el relajo con los amigos y pensé que no era lo mío. No volví a clases y no fue sino hasta que iba a tomar la opción de ser hermano lasallista que me di cuenta de que era esto lo que quería hacer.

"Una vez, en el Colegio Cristóbal Colón, me invitaron a cantar con la Orquesta Clásica de México en un concierto por la excelencia académica y yo pensé que esa era mi despedida del escenario para dedicarme al servicio religioso.

"Pero escuchar detrás a los músicos en vivo por vez primera y el aplauso de más de 3 mil 500 personas, a quienes canté 'Una furtiva lágrima', fue el último empujón para entrar al Conservatorio Nacional de Música".

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