Olvidados: niños de la montaña

(Material transmitido por el Servicio Sindicado el pasado 28 de agosto)- En Tlapa los menores de edad siempre están listos para migrar; además, autoridades estatales no apoyan a los docentes para construir aulasTLAPA, Gro., septiembre 2 (EL UNIVERSAL).- Una mañana de junio, cuando estaba por terminar el ciclo escolar, Judith Solano, una niña na'savi (mixteca) de 9 años, le dijo a su profesora que quería ser médica para ayudar a los demás a través de la medicina.

La maestra, Magdalena Maldonado Parra, desea que lo cumpla y lamenta no poder ayudarle: Judith no regresó a estudiar a la primaria bilingüe Raúl Isidro Burgos, en la colonia San Isidro, en Tlapa, en la Montaña de Guerrero. No sabe dónde está; le han dicho que puede estar en Sinaloa o en Baja California cortando chile, fresa o pepino.

Judith fue de sus mejores estudiantes. Siempre mostró interés por aprender y cumplir con sus tareas. "Yo vengo a aprender", le decía la niña. Era tranquila, cumplida y respetuosa. Algunas mañanas, Magdalena la encontró terminando su tarea antes de que comenzaran las clases. "Lo tuviste que hacer en tu casa", le decía. La niña siempre respondía: "No tengo tiempo para hacerla".

Saliendo de la escuela, Judith tenía que lavar los trastes, la ropa de todos, el aseo, cuidar al hermano menor y ayudar con la comida.

Judith es la tercera de nueve hermanos. Sus padres se fueron a trabajar como jornaleros el año pasado. Todos quedaron a cargo de su abuela materna. La mujer hizo lo que pudo. Priorizó la comida antes que los estudios.

Judith y sus hermanos vivían amontonados en un cuarto con paredes de madera vieja, húmeda y con piso de tierra. Comían lo mismo todos los días: salsa con tortillas. Tenían responsabilidades. Los varones salían de clases y se iban a trabajar en la milpa en uno de los cerros cercanos. Las mujeres molían el nixtamal; hacían las tortillas y preparaban los alimentos. Con Judith estudiaban cinco de sus hermanos. Hace un año, a la escuela llegó la abuela e inscribió a seis, uno en cada grado.

Magdalena se encargó de tercero y cuarto grado el año anterior. Les dio clases a Judith y a una de sus hermanas. Vio de cerca sus carencias, por ejemplo, en una ocasión le regaló un lápiz y en minutos sólo tenía un pedazo. La niña lo partió en tres partes y lo compartió con dos de sus hermanos. También recuerda como aprovechaba al máximo su cuaderno: escribía la letra lo más pequeña que podía para utilizar el menor número de hojas.

Los cuadernos que les...

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