El Ojo Breve/ 'Lo más lleno posible de espacio...'

AutorCuauhtémoc Medina

Luciano Matus/Manuel Rocha: Reconocimiento del espacio. Antiguo Templo de San Agustín. Uruguay e Isabel la Católica, Centro. Del 16 de octubre al 11 de diciembre del 2002.

Hacia el final de "Rayuela" (1966), Julio Cortázar involucra a Horacio Oliveira en una escena que bien pudiera verse como el desquiciamiento y/o la apoteosis de la escultura. Empleado en un manicomio de Buenos Aires, Oliveira se aisla en un cuarto tendiendo una red interminable de hilos, atados al picaporte de la puerta, los muebles, paredes y el piso, a fin de impedir el paso de los pacientes y sus colegas. Cortázar apunta: a Oliveira "le gustaba que todo lo que hacía estuviera lo más lleno posible de espacio libre, y que el aire entrara y saliera, y sobre todo que saliera".

Esa red, como suele suceder en Rayuela, es una alusión por demás precisa a una rama de la escultura moderna, aquella que busca atrapar el espacio y conformarlo, sin atiborrarlo de masa.

En 1942, André Breton y Marcel Duchamp organizaron en Nueva York la muestra First Papers of Surrealism. La exposición era en beneficio, por consiguiente Duchamp debía economizar en la instalación. Así nació Dieciséis millas de cuerda: Duchamp compró todo el hilo que pudo y lo enredó por entre las mamparas que sostenían los cuadros de artistas como Mondrian o Tinguely, trazando una especie de telaraña-dibujo-obstáculo corriendo entre el techo y las lámparas. Si bien sólo utilizó un poco más de un kilómetro de cordel, fue suficiente para crear una de las primeras ambientaciones del arte del Siglo 20.

Esa genealogía se me hizo presente este otoño al ingresar a la instalación de Luciano Matus y Manuel Rocha, en el Antiguo Templo de San Agustín de la ciudad de México. La nave de la iglesia, despojada de mobiliario y desnuda de pisos, por un largo proceso de restauración, estaba enteramente cruzada por líneas rutilantes de metal, hilos que trazaban cortes imaginarios en el espacio. Era como si uno entrara en un dibujo de Jaques Villon o una composición rayonista: la arquitectura perforada por haces de luz, como si bajo las cúpulas se hubiera materializado el análisis estructural de un ingeniero.

La red, sin embargo, no era tan densa como para implicar un obstáculo. Por el contario, invitaba al paseo de los visitantes. Los hilos, delgadas serpentinas de niquel, estaban dispuestos de tal forma que dejaban claros donde, de manera muy escenográfica, el público se detenía a contemplar, como si Matus hubiera querido reencantar...

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