Y el ojo comenzó a soñar

AutorMauricio Matamoros

Entre mayo y julio de 1902, el artista francés Georges Méliès concebía, construía y filmaba los fundamentos de la ciencia ficción cinematográfica. Hasta entonces, materia única de vuelos literarios producidos por autores como su paisano Julio Verne y H.G. Wells, la fantaciencia que permitió pensar en otros mundos tuvo una explosión sensorial dramática con la realización de Viaje a la Luna, cortometraje número 300 en la extensísima e incomparable filmografía de este genio artístico y tecnológico de nuestra historia reciente.

Comprender en la actualidad la explosión sensorial que este filme debió provocar en sus primeros espectadores hace 110 años es algo que resulta complicado para nuestros sentidos, taimados por la exposición ininterrumpida al hiperrealismo de la ciencia ficción cinematográfica en constante desarrollo. De sólo 13 minutos de duración, esta obra de apenas 200 metros de película (aun así, una de las más extensas de Méliès) y un costo de 10 mil francos de producción, es uno de los filmes más influyentes en la historia cinematográfica.

Pero aunque la fantaciencia fílmica actual parece reproducir nuestra realidad de manera más auténtica que la real, haciéndonos creer inclusive en futuros desconocidos, los extraordinarios logros de Méliès no dejan de sorprender. De sensibilidad y talentos peculiares, previo a su inmersión en el cine, Méliès era ya un renombrado hombre de los escenarios con espectáculos fantásticos.

Esta reputación fue lo que le permitió ser invitado por los Lumière a la primera exhibición pública cinematográfica, aquel 28 de diciembre de 1895. Maravillado por la transformación de la luz en una locomotora arribando a una estación, todo sobre la primera pantalla de cine, el ilusionista de profesión comprendió el extraordinario caso de esa nueva invención, y trató de comprársela a Antoine Lumière, quien se negó rotundamente con un argumento: no había futuro alguno en esa atracción de feria.

Méliès, obstinado como siempre frente a las posibilidades de la fantasía y la imaginación, en lugar de olvidar el invento se acometió a construir el propio con la ayuda de las piezas de otras invenciones. Así, durante los siguientes años (en algún momento obtuvo ya su cinematógrafo Lumière, cuando salieron a la venta), compuso toda clase de historias truculentas, extraordinarias y explosivas muy cercanas a los escenarios teatrales... Hasta que en 1902 realizó Viaje a la Luna.

Celebrar 110 años de Viaje a la Luna no sólo es...

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