EL OJO BREVE / El poder del espectro portátil

AutorCuauhtémoc Medina

Crónicas de la ausencia. Óscar Muñoz y Rosângela Rennó, Museo Tamayo, Reforma y Gandhi. Hasta junio 21.

Un eje que define lo que llamamos arte contemporáneo es haber asumido que las imágenes no pueden conjurarse mediante la prohibición, ni por su consumo sin mediaciones. La imagen se nos ha revelado como el objeto conflictivo por excelencia: un artilugio endemoniado, que cruza lo policial, lo político y lo afectivo, y que más que duplicar la realidad produce espectros que se inmiscuyen en un catálogo interminable de medios de control y negociaciones íntimas.

Crónicas de ausencia pone en diálogo a dos artistas que, desde Latinoamérica, han hecho una continua investigación sobre la existencia portátil de los espectros.

No se trata que el trabajo de Óscar Muñoz (Popayán, Colombia, 1951) y Rosângela Rennó (Belo Horizonte, Brasil, 1962) sea siquiera comparable. Por el contrario, uno podría decir que su acometida al registro visual opera en direcciones contrarias.

Pero es precisamente su conjunción en un mismo relato lo que potencia la singularidad de sus soluciones.

Es en contraste con Rennó, que el trabajo del colombiano Oscar Muñoz hace ver hasta qué punto ha entendido la imagen como un reflejo vulnerable, material, degradable, en una palabra, como el fantasma mortal de la propia mortalidad. Si la imagen del rostro de Muñoz se va descomponiendo al estar impresa sobre el agua de las bandejas fotográficas de Narcisos (1995), si la memoria social se disuelve en la ceniza del periódico quemado de la serie Paistiempo (2007), o la efigie se evapora al ser trazada con agua en el concreto bajo el sol en el video Proyecto para memorial (2005), es porque la fotografía o la gráfica, esa terca negociación con la memoria, es ella misma el territorio de una dilapidación. Si el valor de monumentalidad de la imagen es tan relativo, si los objetos -acciones de Muñoz son un habitáculo de la entropía, es que nacen, como todo, transidos de su propia negación. Una virtud del trabajo de Muñoz es plantear al rostro bajo la mirada inclemente de quien desapasionadamente ha perdido los últimos residuos de dualismo.

He aquí un cuerpo de obra consistente en mostrar a las imágenes inermes, con el mismo estupor con que se palpan los cuerpos...

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