Ojalá esto no fuera verdad (I)

Pues sí, aquí sigo. En la cárcel... y no sé por cuánto tiempo más.

Hace mucho calor. Son como las 3 o 4 de la mañana y el calor es insoportable, quizá porque somos más de 40 en la celda. Todos sucios, casi todos desnudos --como la mayor parte del tiempo--, encuerados aunque no haga calor.

Otros, en cambio, no se quitan los calzones ni para bañarse, porque se los roban.

Está oscuro. Casi nunca hay luz, pero a nadie le importa. Nos iluminamos con velas, dos, en latas de cocacola y con el resplandor de los cigarros de mota y las pipas de la piedra. La celda apesta y está llena de humo, pero tampoco a nadie le importa.

Antes sentía que todos me veían porque me ponía a escribir, pero la verdad es que les da igual: aunque tengan la mirada fija en mí, no ven nada. Están idiotizados por la droga; otros hablan sin parar, aunque nadie les haga caso; unos se abrazan, se tocan, se restriegan; otros planean extorsiones o se masturban hasta quedarse dormidos.

Vuelvo a escribir porque conseguí papel y pluma. Y, porque no puedo dormir. Aquí descansas más de día, mejor despierto que dormido.

La mayoría estamos despiertos, pues dormido estás a merced de los demás. Si eres de la banda te ponen cucarachas en la boca, te cortan el pelo, cosas así. Pero si no eres del grupo, te roban, te queman los pies, te despiertan a zapatazos en la cara o lo que se les ocurra en el momento.

También escribo porque sé que muchos de ustedes piensan que no existo. La vez pasada que publiqué este diario, escribieron a REFORMA para decir que soy una invención de los redactores. Ojalá tuvieran razón, que yo no estuviera en la cárcel y todo esto fuera un mal sueño.

Pero no es así: soy real, sigo en la cárcel y lo que describo también es real, tan real como yo, y lo que es peor, podría convertirse en su propia pesadilla. La de todos.

Algunos preguntan por qué no digo lo que hice, que seguramente me lo merezco. Tal vez sí. En realidad, no lo sé.

Lo que tengo claro es que no quise hacer daño a nadie, al contrario. Pero sé que eso ahora no importa, que puedo resultar culpable, porque en mi caso, como en tantos otros, no importa si lo que se dice es verdad o mentira; no importa si es justo o no es justo.

Lo único que importa, en el mejor de los casos es que sea, supuestamente, legal. No importa lo que pasó, sino lo que se pueda probar. Si bien nos va.

No hablo de mi caso porque esa no es mi intención al escribir esto. No lo hago para defenderme, sino para contarles de un mundo que...

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