Ofrece fantasía contra lo adverso

AutorMauricio Matamoros

El laberinto del Fauno -o Pan's Labyrinth, en el mundo anglosajón-, la extraordinaria y más reciente obra del tapatío Guillermo del Toro, se debe a ese espíritu guerrero e inmaculado derivado del dios Pan y el Fauno que, aunque con ciertas diferencias, son dos figuras mitológicas que abrevan de las mismas inquietudes y necesidades que las forjaron: se trata de seres extraordinariamente libres, cuya génesis y vocación se debe más a su sensibilidad hacia el conocimiento y la pasión, que a la naturaleza decadentista trazada por los excesos y los malos augurios que el mundo católico les ha adjudicado. Se trata de seres librepensadores, indomables, rebeldes, en pocas palabras, de ideas e imaginación cabalgantes.

Se trata de una carta de amor a la libertad mental y un acto de resistencia hacia la violencia y al gris escenario que la guerra, el pensamiento adulto malentendido y la pérdida de la inocencia -de la capacidad para imaginar- nos han legado como hábitat, haciéndonos creer que no es posible otra realidad.

En el filme, el franquismo ha ganado ya. Es 1944 y las ideas y la voluntad fascista funcionan como grilletes del pueblo español. Con rumbo a una zona rural, la niña Ofelia viaja con su madre embarazada al encuentro del Capitán Vidal, quien la ha desposado y está en espera de que nazca su primogénito. Ofelia no es hija de él, y es así que se convierte en el elemento disidente y extraño desde su alumbramiento en un mundo hostil.

Ofelia se encuentra inmersa en una batalla distinta -aunque con paralelismos claros- a la de los maquis en contra del franquismo: su sensibilidad le permite observar un mundo en extinción y aletargado ante los años, una realidad desbancada, vuelta irrealidad ante la incertidumbre, la amargura y el odio.

La voz de la infancia continúa siendo la que Del Toro ha escogido como nota de su melodía. Ofelia permite la entrada al mundo maravilloso sin prejuicio alguno y con total control para entonces, poco a poco, depositarlo en la mirada del adulto vetusto que se sorprenderá al no encontrarse con una historia para niños.

El Fauno entra entonces como último eslabón del mundo que tocamos a diario y aquel otro mundo maravilloso que hemos olvidado. Aunque supuestamente fantástico, su masa y pensamiento muestran clara relación con nuestro mundo y sus habitantes: el reino animal y vegetal coinciden en su forma y la sabiduría conjunta es su mensaje. El Fauno resulta, así, en el remanente de una forma de pensar extinta, más no...

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