EL OBSERVADOR GLOBAL / La caída del imperio americano

AutorMoisés Naím

La economía en bancarrota, sus bancos en barrena, deudas por las nubes, sus industrias manufactureras derrotadas por los rivales del Lejano Oriente y sus ejércitos empantanados en países que no entienden y enfrascados en una guerra a muerte contra terroristas globalizados a quienes entienden aún menos.

Las cifras de desempleo estadounidense son las más altas en un cuarto de siglo mientras que el valor de las acciones de íconos como General Motors o Citicorp ha llegado a su nivel más bajo. El desprestigio de Estados Unidos es indiscutible y su declive como superpotencia está a la vista.

Esta es, en apretado resumen, una visión que se está popularizando acerca de la situación y perspectivas de Estados Unidos y de su papel en el mundo. Yo no la comparto.

Es obvio que la economía, la influencia y el prestigio de Estados Unidos están pasando por uno de los peores momentos que puedan recordarse.

Pero es igualmente obvio que sus rivales también están atravesando por una muy mala racha. Y si bien es cierto que mal de muchos es consuelo de tontos, también es cierto que, en términos de la economía y la política mundiales, lo que le pasa a un país no es lo único que cuenta. También cuenta -y mucho- lo que les pasa a otros países; especialmente a sus principales rivales y aliados. Y en estos tiempos los demás países se están debilitando más que Estados Unidos.

En 1972, el Presidente Richard Nixon también presagió el descenso de la hegemonía de su país. Según él, Estados Unidos estaba destinado a perder influencia a manos de Rusia, China, Europa y Japón. Ya sabemos cómo le fue a ese pronóstico.

Recientemente se puso de moda la idea de que los países emergentes del llamado grupo BRIC -Brasil, Rusia, India y China- junto a otras naciones asiáticas, y con una Unión Europea unida y revitalizada, se constituirían en un inevitable contrapeso a Washington.

Pero la realidad es que la crisis ha golpeado a todos estos países más que a Estados Unidos. Y también es cierto que, con la excepción de China, su reacción ante la crisis ha sido más lenta y menos agresiva. Además, el estancamiento japonés, la desunión europea, la fragilidad de las economías emergentes -incluyendo la de China- y el devastador impacto de la caída del precio del petróleo para los bañados en crudo: Rusia, Irán o Venezuela, obligan a ver la presunta decadencia de Estados...

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