El objeto del deseo

Mi lujuria por su tatuaje"En un delicioso vaivén, yo hacía que degustara de mi carne viva".Anahita

EL GRAFICOSu espalda es como una fortaleza que ahora es custodiada por una gran águila negra. Sus omóplatos aletean en sincronía al abrazo que me otorga y yo me afianzo a su cuerpo entregada al poderío.

Cuando Diego me llevó a la alberca olímpica para enseñarme a nadar, estaba estrenando tatuaje, un detalle que despertó en mí un antojo por su cuerpo muy distinto que en otras ocasiones.

Así que mi temor a ahogarme fue el pretexto ideal para no separarme de su rica anatomía; "no me vayas a soltar", le decía al tiempo que apresaba ese dorso magistralmente dibujado.

En cada braceo, el grabado parecía salirse de su piel brillante por el agua mientras me enseñaba cómo hacerlo. Yo sólo admiraba la lección sujetada de uno de los bordes de la alberca.

De pronto, se sumergió, y como torpedo, se dirigió hacia mi cuerpo para tomarme de la cintura, salir a flote y atraparme en un beso sorpresivamente.

Nuestras bocas querían comerse algo más que los labios; nuestros sexos se escarceaban entre sí, e impotentes por no poder arrancar los trajes de baño, las manos amasaban las nalgas en la profundidad de las aguas cloradas. Así que huimos de ahí.

Llegamos a mi casa y lo llevé a mi cama. Poco a poco, mi impaciencia se volvió serenidad y con ella lo senté al borde del colchón y comencé a desnudarlo.

Ávido a mis movimientos, se dejó quitar la playera; pasé mis dedos por su torso, por su cuello, me hinqué frente a él y besé su vientre, lamí su tórax y mi lengua viajó por sus bíceps; Diego sólo observaba gozando mientras el ritmo de su respiración iba aumentado en cada uno de mis jugueteos.

Subí a la cama, me arrodillé frente a su espalda y volví a acariciarlo. Mi índice seguía el trazo del águila real y sus jadeos eran cada vez más perceptibles; mis labios consintieron su nuca y me quité la ropa para que mis senos hicieran contacto con la piel entintada. De inmediato, se irguieron mis pezones y su dermis se erizó al notar la dureza de mis puntas color marrón.

Regresé frente a él y dejé que me chupara las tetas mientras atrapaba con sus brazos mi cadera. Él apretaba mis glúteos y yo revolvía su cabellera para que siguiera deleitando mis aureolas con la lengua.

Pasó por mi vientre y con una mano...

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