El objeto del deseo

Se fumó mi placerAnahita Avesta

EL GRAFICO?Yo aspiraba del filtro anaranjado y él retiraba mis bragas; mi jugo comenzó a supurar, metió dos dedos y volvió a explorar?.

En lo más entretenido de la reunión, Óscar tomó el celular y salió para contestar. Al volver, ya venía acompañado de su hermano, Mauricio, a quien todos conocían, menos yo. Sin duda, el toque de manos avisó una velada todavía más divertida.

Entre tragos y risas, el bar agotó su tiempo de servicio y Mauricio ofreció su casa para seguirla; aunque la cantidad de amigos disminuyó hacia su departamento, no me importó, pues quien me interesaba sería el anfitrión.

Gentil, preparó copas y atendió a los invitados, pero con especial esmero para la reciente conocida y yo me dejé consentir. Su hermano, atento del flirteo, dio señales de que ?esta fiesta se acabó?; así fueron dejando el recinto y mi nuevo amigo me pidió que me quedara.

Nerviosa, tomé un cigarro de la cajetilla e inmediatamente, como así fue toda la noche con cada uno de los pitillos, lo prendió; di una larga calada y pensé en lo rico que estaba mi acompañante, mientras se dirigía a la cocina por otra botella de vino.

Plática extensa, desenfado sobre el sillón y mis ganas por que se acercara un poquito integraron el principio de la segunda parte de la madrugada. Confortada, me quité los tacones acebrados y él seguía conversando, al mismo tiempo que, entusiasmado, me daba uno que otro toque en la rodilla. Moreno, de barba cerrada, voz potente y rasposita, y una sonrisa que igualmente le animaba la mirada, Mauricio cautivaba espontáneo e inquietantemente seductor. Mientras tanto, los cigarros se encendían sin parar como mi cuerpo admirando sus movimientos.

La manera como posicionaba el tabaco entre sus dedos fue un deleite ante mis ojos ávidos a cada uno de sus gestos. Yo, discreta y fascinada, recibía el inesperado código acurrucándome en el cómodo sofá.

Nuevamente, sirvió licor en las copas y una gota cayó sobre la mesa, la tomó con el dedo medio y lo lamió sin dejar de platicar? No pude contenerme? Así que hice a un lado la evidente timidez y delaté mi calentura aumentando la respiración, la cual notó instantáneamente y, sin avisar, se me abalanzó para comerme la boca completita.

?Qué mojada estás?, me decía al restregar con su mano mi centro encima de mi pantalón. ?¿Desde cuándo te mojaste??, preguntó ansioso mientras, lujuriosa, respondía que desde el saludo en el bar.

Por fin, después de tantas horas, se dio el deseado...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR