La creación de la mujer

AutorNadia L. Orozco
CargoAlumna del quinto semestre en la licenciatura en Ciencia Política en el Tec de Monterrey, Campus Ciudad de México
Páginas187-197

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Introducción

Dentro de la tradición filosófica occidental, la historia de las ideas políticas ha sido la historia de los Hombres, nombre genérico que de manera convencional se emplea para designar al género humano, creada y recreada una y otra vez a partir de conceptos sociales que pretenden explicar la realidad desde el punto de vista de los hombres, concepto que se entiende como apelativo a la persona del género masculino. De tal premisa parte el análisis que comprende el presente ensayo: del hecho de que, por un lado, la realidad filosófico–político–social se construye a partir del discurso, el cual, por otra parte, ha sido desde siempre un discurso creado desde la perspectiva masculina. Por lo tanto, las perspectivas de género que han surgido en el siglo XX, herederas innegables de tal tradición de discurso, tienen un problema de base: se construyen a partir de conceptos creados por hombres previamente.

A lo largo de este ensayo vamos a analizar la creación del sujeto político dentro de la filosofía política, profundizando en tres de sus pensadores más representativos: Aristóteles, Maquiavelo y Locke, y nos detendremos a estudiar la creación de la mujer bajo esa luz. Posteriormente veremos las resultantes de todo el proceso evolutivo del discurso político: por una parte, analizaremos a grandes rasgos el discurso feminista que surge originalmente en la Inglaterra del siglo XIX, daremos un vistazo general a la evolución de este movimiento y pondremos en evidencia las carencias del mismo. En un segundo momento expondremos a Hannah Arendt como la máxima exponente femenina de la filosofía política en el siglo XX, y daremos cuenta de que su discurso, totalmente permeado por esta tradición discursiva, deja de lado el aspecto femenino en la autora.

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Finalmente, nuestras conclusiones llevarán al lector a un aparente callejón sin salida. Mientras que la realidad existe sólo en el discurso, y el cual es per se masculino, ¿Qué quedará para la mujer, aun en el progresista siglo XXI? Esta pregunta, que en buena parte ha inspirado el presente ensayo, será la que en la parte final trataremos de responder.

Aristóteles

De sobra está mencionar que uno de los padres de gran parte de los conceptos que aparecen en la filosofía política es sin duda alguna Aristóteles. De sobra está también mencionar que en el mundo de este gran maestro, la mujer tiene un papel secundario. Para abordar el tema que nos ocupa, habrá que partir de dos puntos: el primero consiste en la manera en la que Aristóteles concibe al hombre; el segundo, la forma que toma la mujer dentro de ese orden de ideas.

Habrá que decir que el hombre para Aristóteles es tal en tanto que es un ciudadano. El resto se subordina al mundo de lo doméstico; carece de una relevancia más allá de la que adquiere a partir del propio ciudadano. Esta condición del hombre es natural para Aristóteles: el hombre es un zon politikon, un hombre político, que naturalmente tiene en su alma tanto la propensión a asociarse con otros hombres, como la de mandar y obedecer según la circunstancia en la que se encuentre inscrito. Veamos quién es para Aristóteles el ciudadano: “El rasgo eminentemente distintivo del verdadero ciudadano es el goce de las funciones de juez y magistrado”1. El sujeto político es así construido como el hombre que toma parte en las cosas públicas, el hombre que enuncia, que habla, y de lo que habla es de política; y así ha permanecido a lo largo del tiempo durante siglos. El ciudadano, además, no sólo es el hombre que habla, sino el hombre que posee un alma y en ella la disposición para la virtud y para el vicio. De ahí podemos entender el debate dentro de las ideas griegas, que se preguntaban si acaso la mujer poseía un alma. Esta idea es importante: si la mujer carece de alma, carece por tanto de la propensión a la virtud y al vicio, y por lo tanto su incursión dentro de la esfera pública es estéril. Política es esencialmente conflicto, confrontación entre lo bueno y lo malo, a través de la palabra. La mujer, aséptica a uno y otro, no tiene cabida dentro de ese mundo. Es por tanto, relegada al mundo de lo doméstico.

Desde luego no todas las mujeres permanecieron dentro del anonimato del gyneceo, las hubo poetizas, médicas, matemáticas; en general las hetairas:Page 189 hermosas cortesanas bien educadas en todas las ciencias y las artes que podían influir de manera significativa en los hombres poderosos que las frecuentaban. Quizá, la mujer cuya influencia más grande se haya sentido dentro del mundo griego fue Aspasia de Mileto, la concubina de Pericles. Aspasia no sólo fue la amante del gran estratega ateniense, sino también ofrecía cenas suntuosas en los salones de su casa, en donde tomaban parte Sócrates, Anaxágoras y Zenón de Elea. Quizá a la gran influencia de esta mujer se debe el hecho que Platón admita en sus Diálogos la igualdad de capacidades entre hombres y mujeres. Pero en general, la idea que pervivió más allá de Grecia y hasta los últimos tiempos de la República Romana, fue de relegar a las mujeres al ámbito de lo privado y lo doméstico. Incluso, sabemos que a muchas de las mujeres romanas se les prohibía recibir un nombre2, negándoles, por tanto, su derecho a la individualidad. Sólo hacia finales de la República Romana y durante el Imperio, el grado de civilización de esta sociedad otorgó a las mujeres de las clases altas el derecho de divorciarse, de disfrutar de su propiedad y de heredar, en condiciones de igualdad con los hombres. Cabe señalar, empero, que estos poderes cedidos a las mujeres por la sociedad romana se ceñían al ámbito de lo privado; lo público seguía siendo potestad masculina, característica que observamos dentro del desarrollo posterior del pensamiento político.

Nicolás Maquiavelo

Con la caída del Imperio Romano vino también un retroceso dentro de los avances que la mujer había conseguido, por la consecuente mezcla de prácticas que el ingreso de las tribus nórdicas de Europa supuso dentro de las sociedades. Estas tribus seguían condicionando a la mujer a un papel subordinado dentro del matrimonio. Además, las ideas cristianas cambiaron radicalmente la concepción del mundo que existía en esa sociedad. Si para los griegos las mujeres no tenían alma, para los...

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