'Nunca la hemos escuchado llorar'

AutorOsvaldo Robles

Cuando Valentina salió del vientre de mamá su piel estaba morada y la vida se le extinguía.

"Nació de un color casi negro, como muerta, flácida, no lloró, la sacaron y los doctores empezaron a gritar: 'código azul, código azul'", recuerda Gregorio Coronado, mientras carga a su hija en estado vegetativo.

Los doctores le pidieron al padre primerizo que saliera. Dos minutos después la sala de expulsión del Hospital Christus Muguerza Sur estaba llena de médicos y enfermeras que corrían de un lado a otro.

Esa mañana del 1 de agosto del 2009 los noticieros pronosticaban 40 grados centígrados como máxima. El día terminaría ardiendo. Gregorio, contador de una trasnacional, y su esposa, Jessika, asistente administrativa, salieron de su casa en la Colonia Arboledas de Santa Rosa, en Apodaca, hacia la última cita con el ginecólogo Rubén Geral Urdiales Green. El calendario en la puerta del refrigerador marcaba el nacimiento de Valentina.

La exploración en el consultorio confirmó el pronóstico. La pareja se dirigió al hospital para continuar con la labor de parto. El ginecólogo ofreció alcanzarlos más tarde.

"Decidimos por ese hospital por la publicidad que manejan de los 75 años de experiencia y que son parte de los hospitales Christus de Estados Unidos", comenta Gregorio, de tez blanca y barba de candado, mientras saca de un folder el tríptico del nosocomio con la fotografía de una madre encinta y el slogan: "Él confia en ti... tú confía en nosotros".

El vientre de Jessika, menuda, blanca y de 24 años, se endurecía a ratos, su respiración se agitaba, el dolor punzaba en cada contracción. Fue ingresada a la sala de labor de parto. Tres horas y media después llegó el ginecólogo, la revisó, pidió que le suministraran un medicamento para acelerar la dilatación y se fue del hospital.

Dos días después, en una reunión -grabada por familiares- entre los padres de Valentina con el director del Hospital, Juan Galindo Galindo, y Urdiales Green para pedir una explicación de la muerte cerebral de la bebé, el ginecólogo confesaría que se retiró al Casino Hollywood, a un costado del hospital, para comer con su padre.

"No es mi competencia estar presente durante el trabajo de parto", se justificó Urdiales Green. "Es mi competencia actuar cuando se me notifica algo".

La notificación a la que hacía alusión el médico era la descompensación cardíaca que sufrió Valentina 20 minutos después de que él abandonó el hospital.

Gregorio lo sospechó de alguna manera cuando, en el...

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