Las nuevas trotamundos

AutorFlorencia Podestá

Recuerdo cuando comencé a viajar por el mundo a mis 20 años, a principios de la década de los 90. Una cosa que no dejaba de sorprenderme era que continuamente tenía que responder a la pregunta: "!¿Viajas sola?!" "¿Y no te da miedo?".

Entusiasmo, adrenalina y curiosidad, sí; pero miedo, no, al menos no más miedo del que me hubiera dado si me quedaba en mi ciudad.

Si ésta es la circunstancia vivida por una mujer viajera del siglo 20, imaginemos en qué medida debieron transgredir todos los presupuestos, prejuicios y limitaciones aquellas que sintieron "el llamado de la selva" en tiempos más antiguos.

Lo mismo las que eran calificadas como "libertinas" y, por poco, despojadas de su condición femenina cuando querían dedicarse al arte, a la ciencia o a la política, y que abandonaban su vida sedentaria para lanzarse a la vastedad del planeta desconocido.

Es más que probable que fuera por este motivo, y no por una tendencia psicológica a la androginia, que casi todas las mujeres viajeras de los siglos pasados se travestían. En un nivel práctico, seguramente esta estrategia les ahorraba el 90 por ciento de los inconvenientes. Y más que seguramente, el otro 10 por ciento vendría librado cuando tenían el tino de revelar su condición de féminas en el momento oportuno.

Entre finales del siglo 19 pasado y mediados del pasado podemos encontrar toda una genealogía de mujeres indómitas que se arriesgaron a espacios por donde ningún hombre había transitado con comodidad.

Caminar bajo un sol calcinante, enfrentar animales, enfermedades u otros peligros conocidos o por conocer; superar inclemencias térmicas, internarse en lo más profundo de selvas, desiertos u océanos, no significaba para ellas más que un gesto inevitable de su condición humana.

Cuando África no era otra cosa que una amenaza oscura o un botín para los imperios coloniales, Mary Kingsley, la "Reina Africana", se animó a explorar el "Continente Negro". Se adentró en las selvas de Sierra Leona y Angola, recorrió los ríos salvajes que nadie se había animado a remontar, y convivió con los fang del Gabón, a quienes se tenía en aquel tiempo por caníbales.

En 1895 realizó una expedición por los territorios del Congo francés, una zona no cartografiada y desconocida para el hombre occidental. Sus estudios y observaciones dejaron un legado invaluable para los antropólogos que le sucedieron.

Para esta viajera, su sensibilidad femenina resultó ser en ocasiones mucho más provechosa que la perenne belicosidad...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR