ENTRE PARÉNTESIS / Lucas, impersonal

AutorDavid Martín del Campo

Después de todo pertenecía al siglo pasado. Llegó al mundo en el verano de 1999 y lo suyo era la inutilidad. No hacía nada, sesteaba de lo lindo, le encantaba enchinchar al prójimo y era el terror del hombre del gas. Cuando cachorro se ganó la simpatía familiar el día que le ladró al teléfono. ¿Qué era ese engendro timbrando a su lado así nomás?

Hijo de otro Lucas, mi beagle era de la estirpe del "Snoopy" de Charles Schulz. Soñador, meditabundo, a ratos huraño. Tendría cinco meses cuando, una mañana de sábado, me conquistó. En el tocadiscos giraba el álbum del Sargento Pimienta, y tocó turno a la canción de Lennon y McCartney, Good morning. Al final de la melodía (como se recordará) los genios de Liverpool insertaron una pista extraña: ruidos de una granja, cacareos, mujidos y por último los aullidos de una jauría en pos de la zorra con todo y el cuerno del cazador. Esa mañana Luckino mostró su estirpe. Se levantó, fue junto a la bocina, comenzó a ladrar exigiendo que lo incorporaran en la persecución a todo galope.

Como cualquier persona, tenía sus problemas de identidad, máxime si se conservó por siempre doncel (hasta donde sabemos). Alguna mañana percibió, a través del cristal del horno, que dentro de la estufa había otro perro igual a él. Y que hacía lo mismo: pasear, detenerse, hacerse el disimulado. Por eso su sitio favorito era la cocina, amén que de cuando en cuando robaba un bolillo, una tortilla, lo que alcanzara a hurtar por encima del mantel. Su fascinación, sin embargo, eran los chicharrones de bolsa, el pan dulce, los gajos de mandarina. Perversiones que sólo él.

Contra lo que se pueda especular, tenía sus amistades literarias. Cuando llamaban a casa Anamari Gomís o Vicente Quirarte, antes que preguntar por la familia indagaban sobre las travesuras de Lucas. Si había devorado nuevamente los flecos de la alfombra o si permanecía recluido al fondo de su perrera nomás percibía los preparativos para su baño. Manías de solterón, ya lo he dicho.

Las cosas comenzaron a estar mal desde el otoño de 2011. Normalmente Lucas y yo...

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