Norteamerica o el mundo: el reto para Canada y Mexico *.

AutorCox, Robert W.

Resumen

El artículo señala que el problema que tienen en común Canadá y México es lo que se encuentra entre ambos países. Analiza la posición que ocupan en el concierto de América del Norte, al lado de su vecino común y principal socio comercial, espacio que tiende a profundizar la integración económica y de seguridad que cuenta con la aprobación de las élites económicas y políticas de los tres países, pero con la oposición de la sociedad civil tanto de México como de Canadá, expresada con motivo de la invasión estadounidense a Irak. El autor se pregunta sobre el futuro de estas dos naciones en un contexto internacional que privilegia la unipolaridad, el pensamiento único y la lucha contra el terrorismo, lo que obliga a replantear las alianzas estratégicas continentales y fortalece la tendencia a integrarse más con Estados Unidos. Asimismo, reflexiona sobre las opciones que se perfilan, manifestándose a favor de la política de apertura al mundo como la de mayor consistencia con la evolución de las sociedades canadiense y mexicana y los valores que ellas encarnan.

Abstract

The author points out that Canada and Mexico have a common problem that lies in both countries. With respect to North America, he studies the position of both countries, their common neighbor and main business partner. Such area looks forward to have a deep economic and security integration with a strong support among business and political elites in all three countries. Nevertheless, there is opposition to it in Canada and Mexico that comes from civil society because it refuses to join the United States in the invasion of Irak. He interrogates about the future of both nations in an international context that privilege unipolarity, called "la pensée unique", and defense against terrorism that force to resituate the continental strategic alliances to enclose within the United States. Besides, in an inward-looking perspective the author looks for the following two answers related to the future options to Canada and Mexico: should Mexicans and Canadians think of their futures primarily in terms of their relationship with the United States as parts of a North American regional bloc in a hostile world, or should we not hedge our risks by examining the implication for each of our countries of the increasingly isolated position of the United States in relation to the rest of the world? Do we need to hunker down defensively or could we prosper with an attitude of greater openness towards the world as a whole?

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Desde hace mucho tiempo, se ha dicho que Canadá y México tienen un problema en común; y ese problema es lo que se sitúa entre ellos. Recientemente, el problema ha adoptado una forma específica y aguda: la propuesta de un pacto a través del cual Canadá y México formarían algo similar a una unión económica con Estados Unidos, a cambio de aceptar vivir dentro de un perímetro de seguridad norteamericano. Esto implicaría que toda Norteamérica constituiría una sola zona militar y de seguridad. No es una exageración decir que esta entidad continental tendría inevitablemente una política exterior única --una posición común respecto al resto del mundo--. Canadá y México, debido a las asimetrías de su poder militar en relación con el de Estados Unidos, en la práctica tendrían el status de protectorados, lo que implicaría que las políticas económicas y sociales de ambos países quedarían totalmente ubicadas dentro de las políticas y prácticas estadounidenses.

Esta idea recibe un fuerte apoyo entre las élites de negocios y algunas élites políticas de los tres países, entusiasmo que no es compartido por la mayoría de los mexicanos y canadienses que no están en posiciones de poder económico o político. Probablemente, el proyecto ni siquiera está en la mente de la mayoría de los ciudadanos estadounidenses.

La oposición realmente proviene de la sociedad civil. El hecho de que tanto el gobierno mexicano como el canadiense, bajo fuertes presiones de la opinión pública, rechazaran unirse a Estados Unidos en la invasión a Irak, al contrario de las visiones de algunos intereses internos influyentes, es un indicador. Lo mismo puede decirse en el caso de la aparentemente vacilante decisión del gobierno canadiense de no participar en el proyecto de defensa antimisiles estadounidense.

El proyecto de profundizar la integración en asuntos económicos y de seguridad podría, sin embargo, ocurrir poco a poco, incrementándose a través de una serie de pasos en asuntos específicos, sin que los pueblos mexicano y canadiense formen parte de él. Por ello, es importante que haya un debate público en el que cada uno pueda ser alertado de los peligros y consecuencias que dicho proyecto conlleva, para evitar que se tome una decisión mayor de manera furtiva o inadvertida. En este sentido, podemos estar agradecidos por la iniciativa que tomó el Consejo de Relaciones Exteriores, en Nueva York, de presentar una parte del argumento de su Fuerza de Tarea Independiente sobre el Futuro de Norteamérica, encabezado por el ex secretario de Hacienda de México, Pedro Aspe, el ex primer ministro de Canadá, John Manley, y el ex gobernador de Massachussets, William Weld, quienes han preparado una amplia propuesta llamada "Creando una comunidad norteamericana".

Su análisis deriva, en primera instancia, de la primacía que el gobierno de Estados Unidos otorga a la seguridad en la "guerra contra el terrorismo". Todo en la política estadounidense comienza con el 11 de septiembre. Las consecuencias para Canadá y México se ubican en las fronteras con Estados Unidos, afectando los movimientos de comercio y personas. También se ubican en la preocupación de Estados Unidos por la seguridad en el abastecimiento de energía, que depende significativamente del petróleo proveniente tanto de México como de Canadá. La Fuerza de Tarea propone que estos asuntos podrían resolverse con la delimitación de un perímetro de seguridad que controlaría el movimiento de personas y bienes que ingresan al espacio norteamericano; y dentro de esta zona se desarrollaría una unión económica virtual que permitiría un acceso sin restricciones a los recursos. El comercio y la inversión fluirían libremente (o al menos eso se supone, porque no pueden ignorarse las actitudes proteccionistas del Congreso de Estados Unidos ante cualquier compromiso internacional). Esto podría superar algunos de los obstáculos al comercio canadiense con Estados Unidos que se han presentado en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Una acción respecto al asunto de la migración mexicana ilegal hacia Estados Unidos está incluida en el programa de inversión propuesto para el sur de México, donde se origina la expulsión de migrantes. Entonces, el argumento en pro de la comunidad norteamericana se presenta no sólo como defensa contra el terrorismo del exterior, sino también como una respuesta a la creciente competitividad comercial de las potencias económicas emergentes, como China, India y la Unión Europea.

Esta es una introspección respecto a una América del Norte que se percibe amenazada por el exterior. Más que examinar minuciosamente cada uno de los elementos constitutivos de esta visión de una fortaleza norteamericana con un mercado interno funcionando fluidamente, me gustaría reubicar la propuesta en un contexto global. ¿Deberían los mexicanos y los canadienses pensar en su futuro, primero, en términos de su relación con Estados Unidos como partes de un bloque regional norteamericano en un mundo hostil, o no deberían restringir sus riesgos, examinando las implicaciones, para cada uno de ellos, de la creciente posición de aislacionismo de Estados Unidos en relación con el resto del mundo? ¿Necesitamos inclinarnos en actitud defensiva o debemos avanzar con una actitud de mayor apertura hacia el mundo en su conjunto? Me gustaría abordar el caso posteriormente, argumentando por ahora que la política de apertura es más consistente con la evolución que han tenido las sociedades canadiense y mexicana y con los valores que encarnan. Primero, debemos observar la situación de la política mundial, pues la postura cambiante de Estados Unidos en el mundo incrementa este reto para Canadá y México.

Al comienzo del siglo XXI, no existe una estructura general dominante de poder mundial. Existen tres configuraciones de poder en rivalidad, y ninguna es capaz por sí misma de establecer un orden mundial legítimo, pero todas participan, en mayor o menor grado, en la determinación de cómo debe evolucionar ese orden mundial.

Lo que se ha dado en llamar el "Imperio americano", o simplemente "Imperio" es una estructura del poder mundial centrado en Estados Unidos, que traspasa las fronteras y se extiende a través de vínculos económicos, militares, de colaboración en inteligencia y de influencia ideológica y de las comunicaciones no sólo hacia los aliados, sino también, de manera informal, hacia gran parte del resto del mundo. Ésta es la primera de tres configuraciones de poder existentes.

La segunda es el sistema del poder estatal, el residuo del concepto de los Estados soberanos e independientes consagrados en la Europa del siglo XVII por el Tratado de Westfalia y su expansión por todo el mundo durante la era del dominio europeo. Este sistema ha creado el derecho internacional y; en nuestro tiempo, a las Naciones Unidas como sus mecanismos regulatorios.

La tercera configuración de poder es mucho más laxa, está menos estructurada que las otras dos y ha estado presente, a nivel global, en una época más reciente. Se trata de la sociedad civil o los movimientos sociales, que se han hecho más evidentes recientemente, con la reacción popular contra la globalización económica y la invasión angloamericana a Irak, aunque ha sido activa...

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