Ni norte ni sur: Ecuador

AutorCarla Guerrero

REFORMA/ Enviada

QUITO, Ecuador.- Los pobladores de San Francisco de Quito en Ecuador duermen con el oído pegado a la Tierra. Desde tiempos incas han aprendido a vivir rodeados de una cuna de volcanes dormidos, como el Guagua Pichincha, que hace tan sólo cinco años arrojó cenizas de su cráter cubriendo la capital ecuatoriana de polvo gris.

Se dice que más de 200 mil habitantes viven sobre el posible flujo de lava del volcán y que la exhalación de cenizas puede ser continua. Pero eso no importa, los quiteños saludan al Pichincha y se van a dormir pidiéndole que no despierte.

La ciudad de Quito está ubicada a 35 kilómetros al sur de la línea ecuatorial y se encuentra rodeada totalmente por el cerro Atacazo, el volcán Guagua Pichincha y el macizo montañoso del Rucu Pichincha.

Podría suponerse que el calor apremia en esta mitad del mundo, pero su altura de 2 mil 850 metros sobre el nivel del mar (la Ciudad de México tiene 2 mil 300 metros) aligera las temperaturas, que no llegan a ser extremas, teniendo sólo las estaciones de verano e invierno.

Una ciudad alargada

La aventura inicia desde que se llega a Quito, pues debido a su ubicación en un valle y a la pista corta del Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre en medio de la ciudad, los aviones aterrizan casi rozando los techos de los condominios residenciales.

La fundación de San Francisco de Quito se remonta a 1534, y durante 360 años el crecimiento de la localidad estuvo limitado por las montañas, que la convirtieron en una ciudad larga de 40 kilómetros de extensión.

Fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1978 por sus casonas del siglo 16 y 17, las cuales aún conservan su esplendor colonial español, manifestado en sus balcones de herrería y sus techos rojos. Si observa bien, notará que en los patios interiores de las casas destacan, como parte de la decoración, diferentes tipos de huesos de vaca y gallina que se usaban para unir los tabiques utilizados para formar los suelos.

Los templos de Quito aparecen en cada esquina, lo que rememora la época en que era una Real Audiencia española. Se llega a ellos pasando por calles angostas en medio de mercados que venden lo que no se necesita: carritos que guisan los pinchos, banderillas de salchicha y queso, y el aroma del canelazo, bebida hecha con aguardiente, azúcar y naranjilla, fruta parecida al kiwi.

La iglesia de San Francisco fue construida en 1536 en el sitio en que los indígenas realizaban sus trueques y donde se encuentra la...

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