Tienen en Normal su segunda casa

AutorCésar Martínez

TIXTLA.- El olor a penicilina es intenso en un salón de clases de normal de Ayotzinapa, y es que, desde hace dos años, ha sido la habitación de al menos siete madres que buscan a sus hijos desaparecidos.

Las butacas fueron sustituidas por siete colchones puestos directamente en el suelo. A lo ancho del aula se tendieron lazos en los que cuelga ropa lavada. Las ventanas no tienen cortinas ni existe separación alguna que dé intimidad a las mujeres.

Nicanora García, de 55 años y madre de Saúl Bruno García, es una de ellas.

Llegó el 27 de septiembre de 2014, un día después del ataque a los estudiantes en Iguala, Guerrero, y desde entonces se quedó a dormir en la escuela. Sólo cada dos o tres meses regresa por unos días a su casa del Municipio de Tecoanapa, en la región de la Costa Chica, a seis horas de Tixtla, Guerrero, donde está la escuela.

"Yo dejé mi familia, he dejado todo", resume y agrega un gesto de añoranza, con la mirada clavada en quién sabe qué lugar. "Nos cambió la vida definitivamente".

Ella está convencida que uniformados se llevaron a su hijo, por lo que rechaza que le digan que está desaparecido. "Se los llevó el Gobierno, y él sabe dónde los tiene", insiste.

Sus objetos personales son pocos: ropa, productos de higiene personal, una servilleta que está bordando para después poder venderla, el papalote que el artista plástico oaxaqueño Francisco Toledo les diseñó a todas las madres con los retratos de los normalistas y, por supuesto, la lona con el retrato de su hijo que...

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