Noche y Día/ Amélie: las Resonancias Magnéticas

AutorSergio González Rodríguez

El estudio de la vida como un juego combinatorio revela una de las obsesiones del cineasta francés Jean-Pierre Jeunet. Así lo ejemplifica su film Delicatessen de 1992. Ahora, en Amélie -cuyo papel protagónico recae en la encantadora Audrey Tautou-, el relato del descubrimiento del amor se entrelaza con la revelación de un carácter que deja atrás el circunloquio como norma para enfrentar la decisión ante el ser amado.

En un principio, Amélie se vuelca en narrar el determinismo intimista de una personaja extravagante que, debido a una escasez afectiva por parte de su padre y su madre, resiente una infancia solitaria e inserta en las fantasías lúdicas. Al paso del tiempo, la búsqueda de un mundo propio revelará a una muchacha un tanto asocial pero de clara sensibilidad. La adolescencia como destino manifiesto.

Poco a poco, quedará claro que el propósito de Jean-Pierre Jeunet escapa al simple esquema costumbrista para construir una película de amplia complejidad, justo por su sencillez, acerca de una forma perdida -o casi perdida- de ver la realidad en las sociedades contemporáneas: el compromiso personal que oscila entre la sorpresa y la admiración distintivas.

Se trata de una apología de la dicha inmediata, ajena al tremendismo pesimista y amargo que se ha vuelto el código rutinario entre las nuevas generaciones de las grandes metrópolis y su vértigo deshumanizado, cuyo riesgo mayor no sólo está en la fetichización del egoísmo gris, sino en el fervor ante la caricatura del gesto cioranesco convertido en lugar común: la vida en tanto breviario exclusivo de la podredumbre.

Ajena, sin embargo, al lenguaje de los estribillos de tonada farandulesca y distante de la fe optimista de los manuales de autoayuda o de superación personal tan ubicuos en esta época, Amélie expresa -mediante la risa e incluso el sarcasmo elegante- que las experiencias decisivas de las personas entrañan ante todo el triunfo de las anomalías individuales en demérito de las sumisiones gregarias y sus obligaciones culturales; por ejemplo, la mirada compulsiva, violenta e interconexa de los videoclips, el impacto de los mensajes publicitarios, la estupidez hechizada de lo mediático, la avidez de la velocidad y lo fragmentario, etcétera.

Con Amélie, Jean-Pierre Jeunet hizo una película a contracorriente de las tendencias generalizadas en el cine industrial, que se esmeran en la idolatría de la acción, de las saturaciones emotivas, del flujo continuo e interminable, de la...

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