Desde mi Ladera/ Las nobles bestias

AutorJuan López

Usted sí está para saberlo y yo sí estoy para platicarlo: lo dijo don Marco Tulio Cicerón y lo dijo muy bien, pero aunque no lo hubiera dicho el orador romano, es cierto de toda certeza que LOS VERDADEROS AMIGOS SON RAROS, porque es muy fácil decirse amigo, lo difícil es serlo y serlo a plenitud.

Digo lo anterior porque a la medida que uno se hace viejo y no tiene uno qué dar y tampoco aparentemente qué ecibir, a esa medida se reúne uno con las personas que verdaderamente estima y las que ciertamente le tienen afecto a uno.

En esa tesitura hemos encontrado cobijo, unos en otros, un pequeñísimo número de amigos, que le sobran dedos a la mano para contarnos; nos telefoneamos las más de las veces que podemos y nos reunimos aunque no podamos.

Uno de esos amigos, calificado con SUMMA CUM LAUDE, ya lo he expresado en alguna otra oportunidad en letras de molde, es el señor licenciado y notario público don Enrique Alfaro Anguiano.

Entre los inumerados temas que reunidos mordisqueamos hay uno que es ecurrente: el tema de los caballos, porque don Enrique y sus hijos, a quienes les sigo diciendo los niños, como desde que nacieron, son fanáticamente apasionados a los caballos, por ello no es de extrañar que nuestras pláticas incidan en los equinos.

Cabalguemos

Pues bien, ellos me han dado cuerda para que trate este tema y le hagamos partícipe a usted del mismo, motivo por el cual le invito a que juntos cabalguemos, para decir que es muy conveniente tener presentes tres conceptos fundamentales que conviene tener en cuenta para captar más y mejor el tema propuesto.

Primero: que cuando los españoles llegaron a América a finales del Siglo 15, en Las Indias no había caballos, a pesar de haber sido América del No te, en cierto modo, la madre de la raza equina, como es del conocimiento de todos los genetistas, historiadores y zoólogos.

Que los caballitos pasaron por el Estrecho de Bering a Asia cuando su alzada equivalía a la de unos perrillos; que de Asia se disgregaron paa todos los rumbos de la tierra menos para su lugar de origen y que en esa diáspora el tiempo y los espacios los hicieron evolucionar hasta ser lo que ahora son y como ahora son.

Segundo: que los caballos viajaron por primera vez, de regreso a su tierra original, en el segundo viaje de Colón, siendo ya en ese momento don Juan Rodríguez de Fonseca responsable único de la organización de los viajes colombinos.

Morales Padrón escribe estas líneas al respecto: "Los obstáculos aparecieron bien pronto, y la tarea se hizo más ardua de lo que los impacientes monarcas deseaban. Los reyes católicos no cesaban de escribir para que la escuadra de 17 barcos y mil 500 tripulantes y...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR