'No murieron, llegaron a la cumbre' (II)

AutorSergio Humberto Navarro

GUADALAJARA.- La mañana del lunes 5 de febrero de 1968, el doctor Luis Gallardo estaba en su casa de San Ángel, en el sur de la Ciudad de México. También ahí hacía frío. A través de la radio se dio cuenta de una llamada de auxilio. Se pedía ayuda para un grupo de montañistas que no podían bajar del Iztaccíhuatl y reportaban algunos heridos e incluso muertos.

Su instinto le hizo ordenar a su ama de llaves que preparara lonches de frijoles, que metiera en bolsas la mayor cantidad de naranjas y empacar cobijas y los vinos de su cava. Tomó su automóvil, echó las cosas que le pidió a su empleada y partió hacia el Iztaccíhuatl. No tenía mayores detalles de lo que estaba ocurriendo allá ni quiénes eran esos alpinistas que pedían auxilio. Sólo supo que debía estar ahí.

"Llévame hasta donde están tus compañeros", fue lo primero que le dijo el doctor Gallardo a Óscar Sarabia, encargado de la retaguardia en aquella expedición, en cuanto llegó con los víveres en un helicóptero que lo había transportado al albergue Esperanza López Mateos.

Por las condiciones del terreno tras la tormenta, la aeronave no pudo aterrizar, así que tuvo que saltar con todo y provisiones.

El doctor Gallardo, de unos 50 años, robusto y de cabello lacio, fue el primer auxilio que llegó hasta donde estaban aquellos jóvenes del CAIC (Club Alpino del Instituto de Ciencias) que la noche anterior habían quedado atrapados por una tormenta eléctrica y una nevada.

Sólo 19 pudieron descender de la zona conocida como La Rodilla, donde la ventisca helada los sorprendió la noche del domingo 4 de febrero en su descenso de la cima, cuando estaban a unos 5 mil metros de altura sobre el nivel del mar, lugar donde 11 jóvenes, de entre 13 y 19 años, perdieron la vida.

Sarabia, quien a sus 19 años tomó el control de la situación, identificando los cuerpos de sus compañeros y ayudando a resguardarse en un albergue a los heridos, vio llegar al doctor Gallardo.

En el refugio, Gallardo curó a los heridos y repartió los víveres. La mayoría de los sobrevivientes no querían salir del albergue.

En sus caras había pavor tras una noche en la que habían soportado temperturas de 30 grados bajo cero, y en la que un paso mal dado en la niebla cobró vidas de varios de sus compañeros.

Sarabia, que había estado yendo y viniendo con los cuerpos de los fallecidos para dejarlos cerca del albergue e identificarlos, los exhortó a salir por la comida, en un intento por sacarlos del letargo.

Los grupos de Socorro Alpino...

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