'No debí entregar a los secuestradores'

AutorDaniela Rea Gómez

Hugo Alberto nunca apagaba los teléfonos celulares. Por eso, Isabel Miranda de Wallace, su madre, supo que las cosas andaban mal aquel 12 de julio del 2005, cuando lo llamó a las 8 de la mañana y sólo contestaba el buzón de voz.

No era lógico que su hijo, un empresario de 36 años y padre de una niña, decidiera, sin más, desconectar el aparato.

Isabel salió de su casa en San Jerónimo, a preguntarles a amigos y familiares. Nadie sabía nada de Hugo Alberto. Surcó calles y buscó en sus restaurantes favoritos. Nada.

Fue hasta las siete de la noche cuando encontró la camioneta negra Grand Cherokee modelo 95 de su hijo, en la esquina de Carracci y Cerrada de la Empresa, en la colonia Insurgentes Extremadura.

Junto al vehículo estaba un policía judicial del Distrito Federal. "Esa imagen me desgajó la vida", recuerda la mujer de 55 años quien logró capturar a cinco de los presuntos plagiarios, trazando su propia ruta de investigación y exhibiendo sus rostros en espectaculares.

Esa noche del 12 de julio Isabel comenzó, sin saberlo, a recolectar las pistas que la llevarían a identificar a los presuntos plagiarios, cuando un vecino le preguntó si conocía al dueño de la camioneta.

-Es mi hijo -le contestó.

-Señora, esta camioneta no estaba aquí, estaba en los edificios de la vuelta. Yo vi cuando bajaron a un muchacho y lo metieron a uno de esos departamentos.

El desconocido se refería a los condominios de la calle Perugino número 6. Acompañada de sus familiares, Isabel fue a esa dirección y habló con el vigilante, sin tener claro siquiera qué quería preguntarle.

"Mire, el único lugar donde de repente meten gente, porque hay un policía judicial, es en ese edificio, en el departamento cuatro", le dijo el señor.

Un niño de 11 años se acercó y le contó de los balazos que zumbaron en las ventanas de su casa. Otra vecina le comentó que llamó al 060, denunciando escándalos y violencia en el edificio.

Esa misma noche, alargada hasta el amanecer del miércoles 13 de julio, Isabel presentó una denuncia ante la Procuraduría de Justicia del DF y la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), perteneciente a la PGR, las cuales quedaron registradas como averiguaciones previas número FBJ/BJ-173/1635/05-07 y PGR/SIEDO/UEIS/146/2005 respectivamente.

En ese momento Isabel decidió esperar. Por lo que había visto en las noticias en otros casos de secuestro, suponía que recibiría una llamada telefónica -sólo de pensarlo sintió una punzada en el vientre-, una voz le pediría el rescate y después, volvería a ver a su hijo.

No fue así. Quienes se llevaron a Hugo Alberto guardaron silencio durante más de un mes. Ella supone que fue por la suerte -aún no sabe si buena o mala- de haber encontrado la supuesta casa de seguridad, el 12 de julio.

Fue hasta finales de agosto cuando los plagiarios hicieron contacto. A su oficina llegaron tres comunicados escritos en computadora. Ahí le exigieron la cifra del rescate, sacar a la policía de las investigaciones y publicar esquelas en un periódico nacional, dirigidas a la familia Alarcón Zamora, para comunicarse con ellos.

Además, para comprobarle que su hijo estaba vivo, le enviaron supuestos mensajes de su parte, también escritos en computadora, donde le pedía apoyo para volver a verlas a ella y a su hija. Wallace estaba divorciado de su mujer.

Isabel, por su parte, emprendía la búsqueda acompañada de sus hermanos, porque su esposo, enfermo del corazón, está fuera de México.

Por una canción

Después de publicar 15 esquelas entre el 8 de septiembre y el 21 de noviembre del 2005, con leyendas como "¿Dónde he de buscar, sino en el tesoro de tu corazón?", los secuestradores volvieron a guardar silencio y a través de TV Azteca pidió a la familia Alarcón Zamora que le devolviera a su hijo.

No hubo respuesta, ni de los plagiarios, ni de la policía. Así, Isabel decidió volver a los condominios de la calle Perugino...

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