Niños bajo fuego: Las víctimas colaterales en Guerrero

CHILPANCINGO, Gro., diciembre 11 (EL UNIVERSAL).- El viernes 23 de octubre, en la colonia Palomares de Acapulco, Guerrero, tres mujeres fueron asesinadas. Es común decir que en Acapulco matan a diario, que en Guerrero matan a diario. Un promedio de 7.4 asesinatos por día desde enero hasta octubre, según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública; esto es, 2 mil 222 asesinatos en esos primeros 10 meses en la entidad. Un promedio al que la gente se está acostumbrando, incluso a los tres crímenes de la noche de aquel viernes.

Aunque algo tienen de especial estas tres mujeres. Entre ellas había una niña de cuatro años y una adolescente de 15.

Las mujeres con la niña subieron en la noche a la calle Pacífico, citadas por un par de chicos. No se sabe por qué las mataron, por qué le dispararon también a la niña con una 9 milímetros en la cara. Sólo se sabe que a eso de las 10 de la noche la policía recibió una llamada alertando de balazos en la zona poniente de Acapulco.

Cuando los agentes llegaron, con peritos y soldados, hallaron en la acera de una calle solitaria, sin curiosos, a la chica de 15 encima de la niña, como para cubrirla con su cuerpo y protegerla de las balas. Dispararon contra ambas. Un metro adelante estaba la otra mujer, de unos 21 años, tirada boca abajo, como intentando huir. No se conocieron sus nombres porque la familia no permitió que fueran trasladadas al forense. Tampoco se supo quién las mató.

Éste no es el primer caso de balaceras o matanzas en Guerrero entre cuyas víctimas hay niños de uno a 10 años o adolescentes de entre 12 y 16. Sólo en este año ha habido 12 menores muertos o heridos en situaciones que parecieran un patrón: agresión dirigida hacia ellos.

-Médicos sin Fronteras.

“No sé”, contestó Verónica Lázaro, antropóloga social y coordinadora de terreno en Acapulco de Médicos sin Fronteras, “no pudiera decirte que es una tendencia el asesinato de niños, pero sí que es otra forma que usan los cárteles para atomizar a la sociedad, fragmentarla y llenarla de miedo para apoderarse de sus espacios”.

Desde septiembre 2013, Médicos sin Fronteras llegó a Acapulco atraída por la epidemia de dengue que a su vez trajeron la tormenta “Manuel” y el huracán “Ingrid” ese mismo año. La unidad llegó a la colonia Jardín, en el noroeste de la ciudad, donde atendió casos y ayudó a coordinar acciones para la prevención del virus. No tardó en darse cuenta de que un mal mayor aquejaba a Acapulco: la violencia.

Fue mediante la pastoral de la colonia que nos fuimos acercando a...

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