Niñez en el encierro

AutorJorge Ricardo

MÉXICO.- Jonathan B., tiene 12 años, tiene una hermana de 10, vive en Tultitlán, en las afueras de la Ciudad de México, y va en sexto de Primaria. "Iba", dice él, porque aunque siguió en la escuela después de que sus padres se separaron, en noviembre, desde marzo se ha quedado encerrado por el coronavirus.

Antes, su padre, un lavador de coches en Tlalnepantla, los llevaba y los recogía antes de irse al trabajo. Hoy, se va a trabajar y los dos deja encerrados.

"No me gusta quedarme encerrado", dice Jonathan, "pero yo no se lo digo a mi papá para que no tenga miedo cuando se va a trabajar. También me da miedo que no tenga trabajo, porque si no, qué vamos a hacer. A veces en la noche me da miedo que mi papá le pase algo por trabajar en la calle o que traiga el virus, por eso él antes de llegar nos chifla y yo le llevo sus chanclas a la puerta y el gel para que se ponga".

Otro miedo de Jonathan es que vaya reprobar. Antes pensaba que si reprobaba ya no iría a la secundaria. Ahora ya no sabe si volverá a cursar el sexto grado.

Su papá le ha explicado que la gente se muere porque ya está viejita y está enferma. Que pronto todo pasará y que todos estarán bien. Que por ahora no tiene para comprar ropa o zapatos porque no le dan muchas propinas para pagar la renta. Para eso los pone a leer la Biblia. "Yo creo que lo dice para que mi hermana y yo no nos de miedo, pero yo sé que está todo muy feo, porque él ya no tiene mucho dinero", dijo el menor.

Los niños resienten el drama o el aburrimiento del encierro. En la Colonia Obrera vive Isander Velarde, va en quinto año. Para las clases por televisión de él y su hermana, su madre tuvo que conseguir otro aparato. A Isander le mandaron hacer un títere y un libreto para que contara cómo está viviendo el encierro.

"En esta popular cuarentena me la he pasado mal, puros regaños. No tengo tiempo para divertirme, no tengo tiempo para nada más que para comer, no me gusta esta cuarentena, no me gusta porque no convivo", dice el libreto. Isander ha pensado que si es cierto que los moscos son inmunes al virus, "que hagan la cura de un mosquito y así poder ya salir de nuestras casas".

Su mamá, Paulina Díaz, que antes de la pandemia tenía un puesto en el Mercado del Oro, en la Roma, y hoy está desempleada, se avergüenza porque a veces lo ha regañado, pero dice que esta vida es muy difícil. Le pide perdón si lo ha regañado de más y le promete que cuando todo esto pase se lo llevará de viaje. Si embargo, no sabe si...

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