La nieve interminable

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DENVER, Colorado.- Pasa la medianoche; el grupo de jazz improvisa en un rincón y los meseros sirven ginebra vestidos de Al Capone: gabardina, sombrero de copa y sonrisa con un puro entre los labios.

Dos hombres discuten en la barra; en las paredes se ven orificios de balas y el barman dice que atrás del espejo existe un túnel para escapar por si hay una redada.

El piano se abstrae en nostálgico diálogo con la batería y la ginebra quema la garganta con perfume

de enebro; copas vacías se acumulan en las mesas y las parejas se enganchan en bailes trepidantes.

Se ha puesto de moda en Denver enfiestar toda la noche y, por la mañana, viajar a Steamboat Springs, en el condado de Routt, cerca de la frontera con Wyoming, para recuperarse esquiando.

En el bar Green Russel decidimos experimentar esta nueva tradición.

A las 8:00 de la mañana una camioneta con la cajuela llena de esquíes nos recoje afuera del bar después de una agitada noche. Es invierno, está nevando y salimos de Denver por la U.S. Highway 40 con dirección a Steamboat.

John F. Dalpes, el chofer, es un cowboy que a los 66 años parece cuarentón, tiene cuerpo musculoso y pocas arrugas en su cara; asegura que el secreto de su juventud es diáfano: esquiar.

El esquí se abraza a la historia de Steamboat con lazos poéticos e inseparables y John representa esa historia desde el principio.

Cuando comenzaba el siglo 20, Harry, el abuelo de John, era el sustento de una de las cerca de 30 familias que, de acuerdo con el libro "The History of Skiing At Steamboat Springs", de Sureva Towler, habían llegado a Steamboat a trabajar las minas de carbón.

Las nevadas, que en Colorado duran nueve meses, eran tan intensas que para no hundirse al caminar los mineros esquiaban de los yacimientos a sus casas.

"Mi abuelo me enseñó a esquiar para no morir congelado", dice John.

Años después, al término de la Primera Guerra Mundial, Adam, el padre de John, compró un rancho y se dedicó a criar vacas y caballos así como a sembrar heno y trigo.

A veces las vías eran obstaculizadas por la nieve y caballos o carretas eran inútiles para transportar mercancía; Adam esquiaba por la montaña, de pueblo en pueblo, con sus productos al hombro.

"Mi padre me enseñó a esquiar como una forma de sobrevivir".

A los 25 años John se casó con Mary; era la época de la Guerra Fría y esquiaban juntos para divertirse.

"El amor me enseñó que esquiar también es jugar en la montaña", recuerda.

Tras cuatro horas en carretera, a lo...

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