Niceto de Zamacois, escritor español

AutorAndrés Henestrosa
Páginas680-681
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ANDRÉS HEN ESTROS A
Niceto de Zamacois, escritor español
Si antes no lo he dicho lo digo ahora: hay en la historia de la literatura nacional,
una serie de nombres extranjeros que muy bien pudieran incorporarse al acer-
vo de los escritores mexicanos. O por lo menos indagar en qué medida su obra
registra aspectos de nuestra realidad, por el tema, cuando no por su espíritu.
Algo, también, han tenido que ver en el desarrollo de nuestras letras, por su
influencia personal o por la que trajeron a ellas, de otros autores.
Estos escritores han sido de todo el mundo, aunque principalmente los de
nuestro idioma, españoles sobre todo. Cubanos, venezolanos, polacos, alema-
nes, y en fin, de todas las nacionalidades como ya está dicho, han ayudado a
ir estableciendo lo que es México en cada uno de los diversos aspectos de la
cultura. Lo que nosotros no siempre descubramos en fuerza de sernos fami-
liar, viene uno de fuera, lo descubre y lo trae a plena luz. Hasta cuando nos son
adversos, los que escriben sobre nuestro país ayudan, por oposición, a volver
los ojos a nuestra realidad más entrañable. Con más razón cuando están libres
de ese prurito de proclamar como lo único digno de admiración, aquello que
les es propio. Porque hemos padecido muchas negaciones, podemos afirmar
sin vanidad las excelencias de nuestra tierra.
Los autores de historias literarias deberían prestar una mayor atención al
capítulo de los escritores extranjeros que han vivido entre nosotros, que han
escrito sobre nuestra vida y que han logrado superar sus meras apariencias. No
hacerlo priva a la historia de las letras de un capítulo no sólo rico, sino muy
importante, Significa, también, un olvido que mucho tiene de criminal.
Causa desazón enterarse de que algunos de esos escritores no aparecen ni
siquiera mencionados en las más conocidas historias de la literatura mexicana,
no obstante que una gran porción de su obra tenía esa inspiración o ayudó a ir
estableciendo lo que entendemos por mexicano: aquella armónica conjunción
de lo propio y de lo extraño.
¿No encuentra, el lector, insólito que ni Carlos González Peña ni Julio
Jiménez Rueda aludan a don Niceto de Zamacois, autor de por lo menos dos
libros mexicanísimos: Testamento del Gallo Pitagórico (1855) y El jarabe (1861),
sin contar con muchos artículos y trabajos literarios de similar inspiración y
factura. Es cierto que tanto los dos libros citados como su Historia han propor-
cionado noticia los investigadores, pero también lo es que ninguno de ellos se
ha detenido, así fuera de pa so, par a dejarnos una s emblanza y una opi nión

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