Una niña bien... mala / Cachados en pleno patín

AutorMilah

Aprovechando la cercanía a la época decembrina, el ambiente navideño y el frío de invierno que ya se deja sentir, decidí aceptar la invitación de un grupo de amigos que morían por ir a patinar sobre hielo.

Creo que la última vez que me había puesto unos patines aún era una adolescente con huesos flexibles a prueba de caídas y, aunque ahora mi flexibilidad se ha desarrollado con otros atributos, mucho más eróticos y placenteros, no puedo negar que mis rodillas temblaban al introducirme de golpe a aquella pista que para mi lucía enorme.

Sorprendentemente, lo que bien se aprende nunca se olvida, así que poco a poco comencé a soltarme libremente en medio de aquel mundo de gente, eso sí, muy concentrada en cada resbalón que daba y tratando de acercarme a algún individuo que denotara seguridad por si acaso necesitaba un ligero apoyo.

Pero ni todas las precauciones del mundo pudieron evitar el descontrol que ocasionó en mí un hombre alto y muy bien dotado que pasó, sin siquiera mirarme, frente a mí.

Su ráfaga helada me hizo girar y cuando menos lo esperé, me encontraba ya casi en el suelo, rescatada por los brazos de mi peculiar héroe, a quien yo no había notado hasta ese momento.

-¡Ups! Gracias, me hubiera partido en dos si no hubiera sido por ti.

-Llevo horas persiguiéndote y afortunadamente me diste la oportunidad perfecta para hacerme notar.

Un pequeño patinador -y cuando digo pequeño me refiero a muy bajo de estatura y un par de años más chico que yo- con toda la gracia del mundo, con su cabello anaranjado, chino y alborotado, había logrado cacharme justo antes de azotar directo contra el hielo por haber estado echando un taco de ojo a aquel desconocido.

A partir de ese momento aquel personaje me tuvo cautivada y muerta de risa con todas sus locas historias y con aquel carisma que logró quedarse grabado en mi mente por un buen rato.

Tomados de la mano para evitar nuevos accidentes, dimos un par de vueltas más hasta no poder sentir nuestras extremidades, por lo que decidimos salir a calentarnos un poco al exterior.

¡Lo que no imaginé fue la clase de calor nos daríamos al salir de la pista!

-Muero de hambre, ¿vamos a comer algo aquí afuera?

-Claro, solo déjame ir a la camioneta por una chamarra porque me estoy congelando.

Como yo era aquel día la conductora designada, traía conmigo las llaves de la camioneta y, justo cuando abría la cajuela para sacar algo para cubrirme, mi pequeño nuevo amigo me empujó hacia adentro y cerró de un golpe.

...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR