Naturalismo y quietismo.

AutorRorty, Richard

Resumen: Brian Leiter divide el mundo filosófico anglosajón en quietistas y naturalistas. Los primeros ven a la filosofía como un tipo de terapia, que disuelve los problemas filosóficos en vez de resolverlos. Los segundos pueden dividirse, a su vez, siguiendo a Huw Price, en naturalistas del objeto, que piensan que todo lo que hay es el mundo estudiado por la ciencia, y naturalistas del sujeto, que sostienen que los humanos somos criaturas naturales y que la filosofía debe ajustarse a esta perspectiva. Este artículo aboga por un quietismo sobre algunos problemas en las así llamadas "áreas centrales de la filosofía", así como por un naturalismo del sujeto. Bajo esta doble perspectiva se examinan dos controversias filosóficas actuales: la que se da entre McDowell y Williamson acerca de lo que puede ser pensado, y la disputa entre Fodor y Brandom, entre una semántica representacionista y una inferencialista, respectivamente.

Palabras clave: pragmatismo, representacionismo, inferencialismo

Abstract: Brian Leiter divides the English-speaking philosophical world into quietists and naturalists. The former consider philosophy asa kind of therapy, dissolving philosophical problems rather than solving them. The latter can be divided, according to Huw Price, into object naturalists, who think that all there is is the world studied by science, and subject naturalists, who think that we humans are natural creatures and that philosophy has to adjust itself to this viewpoint. This paper argues for a quietist position about some problems in the so-called "core areas of philosophy", as well as for a subject naturalism. From this dual perspective two current philosophical debates are examined: that between McDowell and Williamson regarding what it is possible to think of; and that between Fodor and Brandom, i.e., between a representationalist and an inferentialist semantics.

Key words: pragmatism, representationalism, inferentialism

**********

La filosofía constituye una parte casi invisible de la vida intelectual contemporánea. La mayoría de la gente que no pertenece a los departamentos de filosofía no tiene una idea clara de lo que se supone que los profesores de filosofía le aportan a la cultura. Pocos piensan que valga la pena indagarlo.

La falta de atención que recibe nuestra disciplina se atribuye a veces al tecnicismo de los asuntos que se discuten actualmente; pero ésa no es una buena explicación. Los debates entre los filósofos del lenguaje y de la mente de hoy no son más aburridamente técnicos que aquellos que se daban entre los intérpretes y los críticos de Kant en la década de 1790.

El problema no es el estilo en el que se hace actualmente la filosofía en el mundo de habla inglesa; es más bien que muchos de los asuntos discutidos por Descartes, Hume y Kant tuvieron resonancia cultural sólo porque una porción significativa de las clases educadas todavía resistía la secularización de la vida moral y política. (1) La afirmación de que los seres humanos están solos en el universo y de que no deben buscar ayuda de agentes sobrenaturales iba de la mano con admitir que Demócrito y Epicuro estaban en buena medida en lo correcto acerca de cómo funciona el universo. Los que según el canon son los grandes filósofos modernos realizaron un servicio útil sugiriendo formas de manejar el triunfo del materialismo mecanicista.

Pero a medida que la así llamada "guerra entre la ciencia y la teología" fue decayendo, hubo cada vez menos trabajo útil que pudieran hacer los filósofos. Así como la escolástica medieval se volvió tediosa una vez que la doctrina cristiana se sintetizó con la filosofía griega, así también una buena parte de la filosofía moderna empezó a parecer sin sentido después de que la mayoría de los intelectuales abandonó su fe religiosa o encontró formas de hacerla compatible con la ciencia natural moderna. A pesar de que los agitadores pueden todavía plantear dudas acerca de Darwin entre las masas, los intelectuales --las únicas personas sobre las que los libros de filosofía tienen alguna repercusión-- no tienen esas dudas. No necesitan ni una metafísica sofisticada ni una teoría de la referencia muy elaborada para convencerse de que no hay fantasmas.

Después de que los intelectuales se convencieron de que la ciencia empírica, y no la metafísica, nos dice cómo funcionan las cosas, la filosofía tuvo que elegir entre dos alternativas. Una era seguir la guía de Hegel y convertirse en una combinación de historia intelectual y crítica cultural; el tipo de cosa que nos ofrecieron Heidegger y Dewey, pero también gente como Adorno, Strauss, Arendt, Berlin, Blumenberg y Habermas. Esta forma de hacer filosofía florece sobre todo en el mundo filosófico no anglófono, pero también se encuentra en libros de filósofos estadounidenses como Robert Pippin.

La alternativa fue imitar a Kant y desarrollar un programa de investigación de cubículo, con el fin de ayudar a la filosofía a ganar un lugar en las universidades como una disciplina académica autónoma. Lo que se necesitaba era un programa que se pareciera al de Kant en no darle ningún lugar a la observación, a los experimentos o al conocimiento histórico. Los neokantianos alemanes y los empiristas británicos estaban de acuerdo en que el núcleo de la filosofía era la investigación de algo llamado "Experiencia" o "Conciencia". Frege y Peirce propusieron un programa alternativo que pretende investigar algo llamado "Lenguaje" o "el Signo".

Ambos programas suponían que, tal como la materia puede descomponerse en átomos, lo mismo sucede con la experiencia y el lenguaje. El primer tipo de átomos incluía las ideas simples de Locke, las intuiciones no sintetizadas de Kant, los datos de los sentidos y los objetos de la Wesenschau husserliana. El segundo incluía los sentidos fregeanos, los signos peirceanos y las figuras lingüísticas del Tractatus. Al insistir en que las preguntas que tienen que ver con la relación de átomos inmateriales con partículas físicas estaban en el centro de su disciplina, los filósofos de países anglófonos empujaron hacia la periferia la filosofía social, la historia intelectual, la crítica cultural y a Hegel.

Aun así, siempre ha habido holistas, filósofos que tenían dudas acerca de la existencia de átomos de conciencia o de átomos de significado. Los holistas con frecuencia se convierten en escépticos acerca de la existencia de oscuros sustitutos de la Realidad, como son la "Experiencia", la "Conciencia" y el "Lenguaje". Wittgenstein, el más célebre de estos escépticos, estuvo cerca de sugerir que las así llamadas áreas "centrales" de la filosofía no tienen ninguna función, salvo mantener una disciplina académica en actividad.

A los escépticos de este tipo se les ha catalogado como "quietistas". Brian Leiter, en su introducción a una compilación publicada recientemente y titulada The Future for Philosophy, divide al mundo filosófico anglófono en "naturalistas" y en "quietistas wittgensteinianos". Estos últimos, dice, ven la filosofía como "un tipo de terapia, que disuelve los problemas filosóficos en vez de resolverlos". (2) Leiter se alegra al decimos que éstos se encuentran en minoría, habiéndose impuesto en sólo cuatro departamentos de filosofía importantes (Harvard, Berkeley, Chicago y Pittsburgh). "A diferencia de los wittgensteinianos --escribe Leiter--, los naturalistas creen que los problemas que han preocupado a los filósofos (acerca de la naturaleza de la mente, el conocimiento, la acción, la realidad, la moralidad, etc.) son de hecho reales." (3)

Creo que la descripción de Leiter del enfrentamiento entre estos dos campos es bastante exacta. Ha identificado la diferencia de opinión más profunda e insoluble dentro de la filosofía anglófona contemporánea, pero su descripción es engañosa con respecto a un punto. La mayoría de la gente que se pone a sí misma dentro del lado quietista, como yo, dudaría en decir que los problemas que estudian nuestros colegas activistas son irreales. No dividen los problemas filosóficos en reales e ilusorios, sino más bien en aquellos que tienen alguna relevancia para la política cultural y los que no. Los quietistas, por lo menos aquellos que pertenecen a mi secta, piensan que hay que demostrar esa relevancia antes de tomar en serio un problema. Esta perspectiva es un corolario de la máxima de que lo que no importa en la práctica no debe importarle a los filósofos.

Desde este punto de vista, preguntas acerca del lugar de los valores en un mundo de hechos no son más irreales que aquellas sobre cómo la sangre y el vino eucarísticos pueden encarnar la sustancia divina, o acerca de cuántos sacramentos instituyó Jesucristo. Ninguno de estos últimos problemas son problemas para todos, pero su carácter parroquial no los hace ilusorios, pues lo que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR