Narcopoder en la sierra
Autor | Marcela Turati |
MURAL / Enviada
Sierra Tarahumara, Chih.- En marzo fue el último atentado contra la presencia del Gobierno: en Segórachi, municipio de Urique, los narcotraficantes incendiaron por segunda vez el albergue escolar del INI, con todo y niños dentro.
La huella del narco está impresa en esta región donde dos palabras son inseparables: pobreza y violencia.
La hoja de la mariguana se lleva como adorno en las cachuchas; las plantas de esa droga crecen en las canchas de futbol de las secundarias; los presos ofrecen dentro del penal colguijes de cuero con la foto de Jesús Malverde, el santo patrono de los narcos; el corrido de moda es "Se les peló Baltazar", relato de la fuga de un traficante.
Guachochi, un municipio a seis horas de la capital estatal y con 40 mil pobladores, en el primer trimestre del año llevaba en su registro nueve asesinatos, a pesar ede tener menos habitantes que la unidad habitacional "El Rosario" en la defeña delegación Azcapotzalco.
El Obispo de la Tarahumara, José Luis Dibildoux, señala hacia Sinaloa: "El famoso cártel de Sinaloa viene a la sierra. Ellos promueven la siembra y amenazan a indígenas, y lo sé porque me han dicho que les exigen que les presten las tierras para que hagan sus siembras y los amenazan de muerte si no lo hacen.
"Luego llega el Ejército y al que se llevan es al que siembra, así que lo amenazan de un lado o de otro", denuncia desde su casa, horas antes de que supiera del asesinato de un rarámuri que era agente de pastoral de la diócesis en Norogachi, a una hora de camino.
El Obispo no condena a quienes optan por hacer caso a los fuereños porque sabe de los siete años de sequía que han secado las plantas de maíz, de la poca producción forestal y de la falta de fuentes de trabajo.
Tampoco da detalles sobre los narcotraficantes: "Sé nombres pero no puedo decirlos (...). Sé mucho del problema pero no puedo hacer denuncias porque pongo en peligro a mis sacerdotes y religiosas".
Menciona entonces lo ocurrido en la Diócesis vecina de Cuauhtémoc-Madera, donde un sacerdote tuvo que ser sacado del país después de que señaló en público a los encargados locales de la mafia de las drogas.
Se trata del sacerdote Eleazar Pérez, quien el año pasado denunció en su misa dominical en el poblado de Namiquipa, y luego ante la policía municipal, los nombres de los cabecillas del narcotráfico en la región. Los aludidos primero le ofrecieron dinero, y al ver que no lo aceptaba lo amenazaron de muerte.
Del terror a la normalidad
No es novedoso el cultivo y transporte de enervantes en esta sierra de bosques de pino, encino y madroños sobreexplotados, donde escasea el agua, se da mal el maíz y las pronunciadas barrancas son ideales -por inaccesibles y por su clima- para la siembra de enervantes.
Para erradicar los plantíos de amapola y mariguana, desde fines de los 70 el Gobierno emprendió operativos como la "Operación Cóndor", tristemente recordada por los serranos debido a los excesos cometidos por el Ejército; pero las matas siguen ahí, en los municipios de Moris, Guadalupe y Calvo, Morelos, Batopilas, Guachochi, Guazapares, Chínipas, Uruachi, Urique, Bocoyna y Balleza. Y ahora los narcos queman albergues.
En Segórachi la lumbre sólo alcanzó la cocina y el comedor, no los dormitorios, lo que salvó la vida a los infantes. Pero ese caso...
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