Myriam Vachez / La respuesta a la barbarie

AutorMyriam Vachez

Evidentemente, ni Malta ni Luxemburgo pesan, en cantidad de habitantes, lo mismo que Francia o los Países Bajos. Sin embargo, con ellos suman 13 los países que han ratificado la Constitución europea. Es decir, más de la mitad.

Y es así como un viento de renovada esperanza sopla sobre una Europa que bien lo necesita, después de que los tristes atentados de Londres vinieron a demostrarle, una vez más, la necesidad de estar unidos contra la adversidad -siendo el ciego terrorismo internacional sólo un aspecto, aunque probablemente el más desesperante de todos, de esa adversidad-.

Porque si bien los apoyos y las manifestaciones de solidaridad de toda la comunidad europea no se hicieron esperar después de aquel nefasto 7/7, nada puede superar, ni en rapidez de acción ni en respuesta coordinada, la posibilidad de contar con una política de defensa común organizada y preparada para cualquier eventualidad -que la Unión Europea tendría a la mano si contara con una Constitución-.

De contar con esta Constitución, precisamente en proceso de ratificación, las cláusulas de solidaridad frente al terrorismo y de cooperación entre países miembros contra amenazas exteriores, encontrarían aquí su aplicación inmediata.

Entre las explicaciones de los atentados, si es que el terrorismo se puede explicar o merece siquiera ser explicado, hay una que parece bastante verosímil: los múltiples asesinatos de inocentes se realizaron justamente ese día, para ser más notorios, para expresar su rechazo global a ese Occidente cuyos mayores y más ricos representantes iniciaban en el mismo momento los trabajos de la Cumbre del G8. Pero así como, al perpetrarlos en Madrid el año pasado, los terroristas lograron (quizá incluso más allá de lo esperado) influir sobre la política interior de España y con ello obtener el retiro de las tropas españolas de Iraq, en el caso de Londres no nos queda clara cuál sería su meta, sino el mostrar que hoy por hoy, odian a aquella que, antes, algunos apodaban "Londistan" por su extrema tolerancia a los movimientos radicales islamistas y a sus representantes, que encontraban en la capital británica refugio y permisividad, incluso para sus manifestaciones más incendiarias contra Occidente.

Y es que, mientras los intelectuales y políticos intentan reflexionar sobre la mejor integración de la inmigración musulmana en Europa, escriben tratados sobre la Europa musulmana o el Euro Islam, hay quienes aprovechan la apertura de las sociedades europeas...

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