Myriam Vachez / Nobel de la Paz ¡a un banquero!

AutorMyriam Vachez

El martes 17 de octubre, Día Mundial del Rechazo a la Miseria, la constatación fue dura: en casi todos los países desarrollados la pobreza ha aumentado y las desigualdades sociales se profundizan.

Este fenómeno puede tener muchas explicaciones: por ejemplo, el aumento de los flujos migratorios que llevan a los pobres del sur al norte desarrollado, con todo lo que ello implica en esos países, particularmente en los europeos, donde la asistencia social a los recién llegados es obligatoria; por supuesto, cuando el monto de la ayuda disponible se reparte entre más, a cada quien le toca menos. Otra causa sería lo barato de la mano de obra en los países emergentes, especialmente China, que se está convirtiendo en el único taller del mundo mientras el desempleo crece en los países desarrollados, al grado que el filósofo alemán Ulrich Beck, en el peor de los pesimismos, piensa que "los Estados ven reducido su margen de acción al dilema siguiente: pagar con un desempleo elevado una pobreza creciente (como en la mayoría de los Estados europeos) o aceptar una pobreza flagrante en un fondo de desempleo un poco más circunscrito (como en los EU)".

"¿Cómo vencer el pesimismo?, ¿cómo devolver la fe en el porvenir a pueblos que tienen el sentimiento de vivir una degradación de sus condiciones de vida?, ¿cómo hacer entender a la gente que la economía del siglo 21 puede no ser la de los grandes beneficios para algunos y la precariedad para todos los demás, sino que puede darle una oportunidad real a cada quien?", se pregunta el diario francés Le Monde al comentar las tesis del economista Edmund Phelps, recientemente galardonado con el Premio Nobel de Economía. Pero las tesis de Phelps, por más alentadoras que resulten al postular que en adelante los mercados mundiales ya no intercambiarán bienes sino tareas (yo hago esto, tú aquello), y que la solución para los países desarrollados es más capitalismo y especializarse en bienes de alta tecnología, innovación, mano de obra sumamente capacitada, especializada y bien pagada, etcétera, no eliminan el problema urgente del aumento notable de la pobreza.

Entonces el mundo desarrollado, además de cuestionarse seriamente sobre los presuntos beneficios de la mundialización ultraliberal, empieza a buscar soluciones alternas y piensa en la posibilidad de adoptar a gran escala medidas reservadas apenas ayer a los países pobres.

De ahí el entusiasmo mundial por el Premio Nobel de la Paz otorgado a un economista (¡!)...

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