Myriam Vachez / Incongruencias

AutorMyriam Vachez

Mientras vivimos el tiempo de las posadas y las pastorelas; mientras las tiendas de la ciudad se van llenando de alegres consumidores (moderación, espiritualidad, nos recomienda el Papa Benedicto XVI); mientras pensamos en el arbolito, el nacimiento y la cena por preparar, una incómoda sensación hace mella en nuestro ánimo festivo al hojear el periódico y observar las incoherencias de algunos de nuestros dirigentes. Contradicciones e incongruencias se multiplican por doquier e impiden que nos impregnemos debidamente de sentimientos navideños, de esa esperanza de renovación que debería traer consigo el solsticio de invierno y el ya próximo año nuevo.

Primer ejemplo: Ejecutar a Stanley "Tookie" Williams después de casi 30 años de cárcel y cuando ha sido nominado varias veces para el Premio Nobel de la Paz.

Williams fue un hombre malo, es cierto, pero hasta los mayores defensores de la pena de muerte estarán de acuerdo en que el Tookie de hoy nada tenía que ver con aquel individuo despiadado que fundó una de las peores pandillas de Los Ángeles en los setenta. Que la gente debe pagar por sus crímenes, no está en duda; que debe pagar sus asesinatos de inocentes con la muerte, de acuerdo si así funciona la ley del lugar donde los comete (no nos vamos a poner aquí a debatir sobre lo bien o mal fundado de la pena de muerte). Pero entonces por qué darle tiempo de regenerarse; de escribir libros para niños, edificantes y educativos; de militar desde su celda por la paz y de convencer a muchos de cambiar su rumbo criminal por un camino de honestidad y ayuda al prójimo. La persona que fue ejecutada el martes en San Quintín es hoy un mártir, no un asesino, y el sentimiento de simpatía por él hace incluso que caigan mal los familiares de sus víctimas cuando exigen justicia, una justicia que a estas horas suena más bien a venganza. ¿Dónde está el perdón? ¿Dónde la caridad? ¿Y qué tal si, encima de todo, resulta que era inocente, como siempre lo clamó?

Segundo ejemplo: Maravillarse por el "milagro Chino", motivo de elogios y envidias; comerciar con China cuando no cumple ni siquiera con las exigencias básicas para poder formar parte del concierto de las naciones. El respeto a los derechos humanos la tiene sin cuidado, como lo acaba de demostrar, una vez más, con la represión sangrienta de campesinos que intentaban protestar porque los despojaron de sus tierras prácticamente sin indemnización, para construir en ellas complejos industriales. Qué poco valen...

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