Myriam Vachez/ Tregua

AutorMyriam Vachez

Todos, algún día, hemos sido confrontados a la inevitable pregunta: "¿Oye, existe realmente el Niño Dios (o Santa Clos)?".

Preocupados por no romper el sueño infantil, pero tratando de no mentir, nos atrevemos a emitir un prudente: "¿Tú qué crees?". "Yo sí creo", contesta el niño, totalmente convencido que si deja de creer, la magia se acabará...

Luego crece, la magia desaparece, se hace "realista" y hasta le da vergüenza tener sueños. Pero, ¿por qué no soñar? ¿Qué tal si todo consistiera en creer? No en la magia, sino en la voluntad o, mejor aun, en la "buena voluntad". En su homilía del 24 de diciembre, Juan Pablo II asegura que el mensaje de luz y de esperanza que Jesús nos trajo en Navidad conserva hoy toda su pertinencia, "aunque", agrega, "cuando escuchamos los reportes implacables de la actualidad, estas palabras de luz y de esperanza parecen palabras de sueño". ¿Entonces, la certeza de la fe cristiana estaría en contradicción con la realidad histórica que vivimos? El Papa acepta que éste es el desafío de la fe contemporánea: "Cuando las tinieblas y el mal parecen ganar, Cristo nos repite: '¡No tengan miedo!'".

Insisto, ¿y si todo consistiera en creer? Creer lo suficiente para ser capaces de realizar los sueños. Creer que el futuro de Afganistán, y de muchos otros países del mundo azotados por guerras y miseria, puede ser mejor de hoy en adelante (esto implica creer que el egoísmo de las naciones ricas puede al menos disminuir). Creer que el conflicto en el Medio Oriente sí puede tener solución (entre otras cosas, hay que creer que la orden de Arafat -finalmente acatada por el Hamas- de suspender todos los atentados suicidas, no va a ser revocada como consecuencia de la arbitraria decisión de Ariel Sharon de impedir la ya tradicional asistencia del líder palestino a la misa de Navidad en Belén). Creer que los argentinos van a luchar con responsabilidad y seriedad por salir de su crisis (es decir, creer que van a elegir como Presidente a una persona responsable y seria). Se puede incluso creer en "utopías buenas", las que son realizables: como por ejemplo, el lograr un día que todos los hombres tengan una alimentación suficiente. Pero creer de verdad implica actuar, creer no es sólo pensar en algo y, cuando mucho, orar por ello: el Papa cree y convoca a un próximo encuentro de oraciones por la paz a los responsables religiosos del mundo entero (y particularmente a los musulmanes), pero también reune, desde los atentados del 11 de...

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