Myriam Vachez/ Una dictadura moderna

AutorMyriam Vachez

Cuando en Francia, hace unos ocho años, se aprobó la Ley Antitabaco, es decir, antifumadores, una trabajadora de Air France me comentaba que en su oficina habían reservado un espacio especial para los "viciosos", un gabinete tan diminuto que con ingresar a él ya se tenía la sensación de haberse fumado una cajetilla entera.

"Es un verdadero suplicio, aunque probablemente una buena forma de dejar de fumar, por lo menos en el trabajo", me explicaba, y de ahí seguía un largo e indignado monólogo sobre las imposiciones, las dictaduras, la libertad de enfermarse si uno quería o de gozar en santa paz y sin sentirse culpable ese delicioso cigarro de después de comer.

Desde entonces siempre la he recordado cuando veo los espacios cada vez más reducidos -en los restaurantes por ejemplo-, donde se reúne a los recalcitrantes fumadores que no quieren entender ni aceptar el daño que se hacen y que hacen (generalmente es el lugar más feo y apartado del restaurante).

Hoy por hoy, no hay país civilizado que permita fumar en sus lugares públicos y cerrados. Busque usted y verá: no sólo camiones y aviones, sino nuestros aeropuertos, nuestras oficinas de gobierno, incluso se recordará que en la legislatura pasada, la Cámara de Diputados aprobó la interdicción de fumar en la sala de sesiones...

En los Estados Unidos, como es bien sabido, hay estados enteros denominados "Smoke Free State". Ahí, sólo se puede fumar en la calle y en su casa. Por más que se busque, no se encontrará un restaurante con área de fumar, salvo que se tenga la suerte de hallar uno con terraza amplia y bien ventilada. Cuando preguntaba cuándo le tocaría a Florida, paraíso de los estadounidenses ricos retirados que son los primeros en cuidar su salud, se me contestaba sabiamente que iba a ser difícil porque Florida era un estado muy latino... Supongo que se quería decir "muy cubano" porque para latinos, California. Pero, me callaba prudentemente para no entablar una vana discusión: después de todo así es y si quiere fumar después de cenar en California, pues sálgase a la calle a congelarse en los días de viento marítimo helado, o a no congelarse, y fúmese su cigarro parado y rápidamente para poderse reunir con los otros, los que no fuman y se quedaron platicando en la sobremesa.

Así de verdad que poco a poco le van quitando a uno las ganas de seguir fumando (porque, además, al salirse a fumar, se encuentra uno con un puñito de otros "antisociales", que tienen todos la misma cara ya sea de...

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