Desde mi Ladera/ Murmullos de La Alhambra

AutorJuan López

Cada vez que uno tiene la fortuna de visitar la ciudad española de Granada, obligadamente ha de pensar, de menos un servidor, en uno de sus grandes admiradores y amantes, me refiero, claro está, al hispanista escritor estadounidense, Washington Irving, quien naciera en Nueva York, en el año de 1783 y muriera en Sunnyside, en 1859.

Irving publicó en 1802, una serie de cartas firmadas con el seudónimo de Jonathan Odstile, a la manera de Adison y Steele.

En 1809 dio a la estampa su primer libro: "La Historia de Nueva York", la que era una sátira contra los colonizadores holandeses de la Nueva Amsterdam.

Desde 1815 hasta 1822 estuvo en Europa y en esa estancia publicó "El Libro de Apuntes de Geoffrey Crayon", que, además de unos bocetos sobre la vida inglesa, contenía La Leyenda de Sleepy Hollow y Rip Van Winkle.

En 1822 publicó otro estudio sobre la vida inglesa y en 1824 "Cuentos de un viajero"; luego "Vida y viajes de Colón", "Crónica de la conquista de Granada", "Viajes y descubrimientos de los compañeros de Colón" y "La Alhambra".

Ha sido, de los escritores, quien más se ha identificado con Granada y con todo lo que a la ciudad y al antiguo reino la circundaron, de tal manera que no es de extrañar que hasta un hotel situado frente a los famosos jardines y recuerdos lleve su nombre.

Historias de la Alhambra

En esta PLATICA se traerá a la conversa algunos pasajes de lo que tan célebre autor dijo sobre tan célebre edificación. A este efecto se ha de decir que durante los tiempos de la dominación árabe en España los moros construyeron en Granada el monumental palacio que llamaron La Alhambra.

En torno a este espléndido monumento han circulado infinidad de cuentos y leyendas. El escritor norteamericano Washington Irving recogió algunas de ellas, que, falsas o verdaderas, siguen transmitiéndose de boca en boca por la ciudad de Granada.

Reinaba en Granada el Rey llamado Aben Bauz, quien en su juventud había cometido infinitas pillerías, por lo que su conciencia no estaba demasiado tranquila y siempre temía que los soberanos de los reinos vecinos lo atacaran alguna vez.

Todos los días miraba a través de la ventana esperando ver a los ejércitos enemigos dispuestos a atacarlo.

Cierta ocasión hizo acudir ante su presencia al médico y astrólogo Ibrahim, hombre supuestamente muy sabio, que sabría aconsejar al monarca la manera de estar prevenido contra sus enemigos.

Ibrahim consultó el canto de las aves y el sonido de los relámpagos, con estos augurios...

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