Sobreaviso/ Un mundo raro

AutorRené Delgado

Si por los discursos en la Cumbre de Monterrey se mide a los hombres que dirigen al mundo, es evidente que el problema de la pobreza también los afecta a ellos.

Por más que el título del cargo los presenta como Jefes de Gobierno y/o Jefes de Estado, en el aviso clasificado de algún diario internacional habría que insertar algún anuncio solicitando estadistas. Escasean. Por eso, quizá, resultaron más interesantes las reuniones preliminares de la Cumbre de Monterrey que la estelar de los Mandatarios. Los grandes dirigentes políticos del orbe resultaron más bien pequeños y, así, el mundo resultó ser bastante chato y plano. El velo del glamour y de la parafernalia del poder, no dio para cubrir esa realidad.

La retórica de George Bush, José María Aznar, Hugo Chávez, Alejandro Toledo, Eduardo Duhalde... y, desde luego, Vicente Fox, no estuvo marcada por conceptos o enfoques novedosos o interesantes y, curiosamente, en ese reino del lugar común, Fidel Castro pudo todavía impresionar con su verbo y su desplante. Una retórica y una actitud, por lo demás, con más resabios de desesperación que con expresiones auténticamente revolucionarias.

Los liderazgos políticos de hoy, en alguna medida, se emparentan. Así como existe un Hugo Chávez en Venezuela, existe un Silvio Berlusconi en Italia. Así como existe un Arafat en Palestina, existe un Sharon en Israel. Hay más pares que nones. Por eso, Chirac apareció bastante bien librado sin renunciar, por ello, a sacar raja política en Francia con su postura en el foro internacional.

Algo pasó con la generación de cuadros políticos de altos vuelos y, en esa circunstancia, la pobreza rebasa con mucho la percepción que del problema se tiene. Abarca también a los líderes políticos. En el fondo, la calidad de la convivencia internacional tiene mucho que ver con la calidad de los políticos que la encabezan y, en estos momentos, el molde donde se funden los líderes deja mucha rebaba.

Se vive un mundo raro. La tremenda velocidad que la revolución tecnológica de los comunicaciones imprimió a las decisiones financieras, económicas y comerciales dejó a la zaga las decisiones políticas.

Los políticos no han sabido, hasta ahora, ajustarse a la nueva circunstancia. No disfrutan, sufren esa revolución. Se ven más reactivos que proactivos frente a ella. No corren al ritmo de los financieros y de los verdaderos empresarios y, así, su capacidad de reacción frente a los efectos no deseables de la globalización -que los tiene- está...

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