El mundo desde arriba

AutorGermán Nava

Fotos: Salomón Ramírez

REFORMA/ Enviados

APULCO, Hidalgo.- "Que los vientos del destino te lleven por buen camino", reza una frase acuñada por el Capitán Eduardo Cortés, quien hace más de 20 años fundó el Club Aerostático Nacional, empresa que desde entonces se ha especializado -primero en el ramo de la publicidad y posteriormente en el del turismo- en convertir en realidad el antiguo sueño del hombre: volar.

Palabras más que certeras cuando se experimenta la sensación de viajar en un globo aerostático y se tiene contacto directo con la naturaleza, sin nada de por medio, y volando totalmente a la deriva. No hay timón. No hay nada que pueda cambiar el rumbo del globo más que las corrientes de aire. Se prevé el punto de despegue, pero el de aterrizaje se calcula desde arriba. Todo depende de la habilidad, la intuición y el conocimiento del capitán a bordo, así como del apoyo en tierra: una camioneta comunicada a través de un radio que desde abajo lo sigue para asegurarlo al momento de descender.

Lo mejor de este deporte, por lo tanto, es dejarse llevar. Y no sólo eso: también relajarse. En situaciones normales, volar en globo es una experiencia de placer y tranquilidad. Es una oportunidad para sacar a flote la sensibilidad y apreciar desde arriba el mundo donde vivimos. En ningún otro medio de transporte es posible admirar la Tierra como a bordo de un globo. Desde que comienza el suave ascenso, las cosas adquieren una dimensión distinta. Las sombras, los objetos en movimiento. Los niños que salen de sus casas corriendo para saludar. Los sonidos de abajo que se mezclan con el silencio del cielo y que a su vez son interrumpidos por el ruido ensordecedor del fuego alimentado por gas butano.

Nada mejor para disfrutar de pequeños poblados, campos de cultivo y rancherías. Imágenes de un México sencillo que se prestan a la fotografía, al romanticismo de un hombre que decide dar el anillo de compromiso a su amada, a una pareja que celebra un acontecimiento a bordo. Escenarios rurales para quienes viven atrapados en el degradante caos del concreto citadino. Volar en globo da libertad y hace reflexionar en cuánto se ha perdido abajo.

Y contrario a lo que se pueda pensar, esta actividad no cabe en el ramo de "deporte extremo". Quien vaya con esa idea se va a decepcionar. No hay adrenalina ni sobresaltos. El ascenso y el descenso son lentos, a una velocidad menor que la de un elevador en movimiento. Pero ahí radica precisamente su encanto. Habría que...

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