Mujeres bordan para sobrevivir

Alexis Ortiz

CIUDAD DE MÉXICO, abril 7 (EL UNIVERSAL).- Por haber cometido el delito de secuestro, Nohemí fue condenada a pasar medio siglo en prisión. Sin embargo, su libertad no es lo que más extraña, sino a su familia, a la que no ha podido ver desde hace seis años.

"Es por la pobreza, la economía está muy difícil. Ni mis hijas ni mis papás pueden pagar para venir a verme", explica Nohemí, quien está recluida en el Centro de Prevención y Readaptación Social Santiaguito del Estado de México. Desde ese lugar, la mujer relata cómo ha sido perderse la infancia de sus hijas debido a que viven a 123 kilómetros de distancia.

"Yo las dejé cuando eran pequeñas y una de ellas ya es mayor. La otra sigue estudiando en la preparatoria. La verdad, esta es una decisión personal, yo prefiero que le paguen su escuela a mi niña a que me vengan a ver. Ella necesita más el dinero", comenta.

No recibir la visita de su familia impuso otro reto para Noemí: obtener dinero. Debido a que nadie le entrega recursos para solventar su alimentación y vestimenta dentro del penal, decidió integrarse al taller de costura impartido por la Fundación Evita, desde hace un año. Se trata de un espacio donde las reclusas tejen y bordan prendas para después comercializarlas en el exterior.

"Creamos este taller y nos dimos cuenta de que no valía la pena si no era una actividad redituable para las mujeres. Evita les ayuda a comercializar sus productos y les entregamos todo su dinero para que puedan pagar lo necesario dentro de la prisión", detalla Samantha Medina, cofundadora de la organización.

Cojines, fundas y bolsos son algunos de los productos que las prisioneras de Santiaguito elaboran para sobrevivir. El Museo de Arte Popular (MAP) de la Ciudad de México es la última institución que llegó a un convenio con Evita para vender los artículos de las prisioneras en sus diferentes establecimientos.

Además de ayudarles a obtener recursos, Samantha Medina destaca que las actividades del taller ayudan al entretenimiento y al desestrés de las reclusas que participan.

"Cuando una transgrede la ley ocurre un doble castigo por cuestiones de estigma: primero recibe la sentencia del juez y después la sanción de la sociedad por ser mujer y haber cometido un delito. Esta clase de ideas propician que las recluidas sean abandonadas", comenta la también experta en temas de género.

Respecto a esta situación coincidió Manuel Palma Rangel, subsecretario de Control Penitenciario del Estado de...

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