La mujer que no debió ser

AutorDaniel de la Fuente

Para entender la luz de Rosario Ibarra de Piedra hay que ver el documental "Rosario: Memoria indómita", de la cineasta argentina Shula Erenberg.

Ahí se puede ver a una Rosario muy joven, luminosa, con su esposo, el médico Jesús Piedra Rosales, y sus hijos, corriendo por las playas, felices.

Nacida en Saltillo el 24 de febrero de 1927, María del Rosario Ibarra de la Garza cultivó un pensamiento crítico desde niña: solía leer, fue buena estudiante, venía de una familia ilustrada. El porvenir, habrá creído entonces, se veía inmenso.

La mayoría no conoció a esa Rosario ordinaria hasta que Jesús, su hijo mayor, desapareció la tarde del 25 de noviembre de 1973 cuando salió de su casa en la Colonia Altavista, al sur de Monterrey, a comprar queso y una botella de aceite. Y no volvió por darse a la fuga, acusado de delitos y de pertenecer a la Liga Comunista 23 de Septiembre.

Por más que Rosario alzó la voz y promovió amparos, los perseguidores siniestros del gobierno rastrearon al hijo dos años. Incluso se metían con frecuencia a la casa en Monterrey, se llevaban cuanto querían, merodeaban armados en los alrededores, rozaban el techo con helicópteros y llegaron a sacar a su esposo y por poco lo matan a golpes.

Su hijo Jesús llegó a comunicarse con ella durante ese tiempo, sin revelar su paradero, hasta que el 18 de abril de 1975 lo detuvieron en la esquina de Félix U. Gómez y Arteaga, en Monterrey, sin que su familia volviera a saber de él.

Entonces nació la Rosario Ibarra de Piedra que todos conocieron: la que estuvo en todas las audiencias con todos los oscuros subordinados de los Presidentes; la que abordó a todos los Mandatarios en sus oficinas y mítines, desde Luis Echeverría hasta Carlos Salinas, porque a los panistas jamás les compró su afán justiciero, que fue blandengue; la que encabezó en 1977 el primer colectivo en forma con otras madres de desaparecidos, el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos, Comité ¡Eureka!; la que hizo huelgas de hambre y se crucificó en el Zócalo para pedir una justicia que jamás llegó.

Ella, a la que por años le hicieron el vacío por rebelde, por disidente. Por tener colgada por años una manta contra el gobierno en su casa de Monterrey rodeada de un jardín y de sus mascotas. Por madre desesperada. Pese a no lograr justicia para ella, logró el regreso de cientos de presos...

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