Mueve el corazón ópera de Strauss

AutorAlejandro Fernández

Crítico musical

En "Capriccio", su última ópera, Richard Strauss hizo una declaratoria de amor por el género que cultivó a lo largo de su vida, filosofando sobre la cuestión si en ella debe predominar el texto o la música.

A lo largo de dos horas, esta pieza dialogada para música en un acto se transforma en un deleite para aquellos "sibaritas culturales", como decía el propio compositor en su análisis sobre la famosa cuestión "Prima le parole, dopo la musica" o "Prima la musica, dopo le parole". Primero las palabras, después la música o primero la música, después las palabras.

Ayer al mediodía, los asistentes al ciclo En Vivo desde el Met, que ocuparon más de la mitad del Auditorio Luis Elizondo, hicieron suyo el conflicto amoroso de la bella Condesa Madeleine, encarnada soberbiamente por Renée Fleming.

La soprano, considerada como una especialista en Strauss, dejó sentir un timbre de terciopelo, una calidad refinada en el fraseo y una gran actuación como la aristócrata pretendida a la vez por un poeta y un músico.

Si durante toda la ópera la Fleming ofreció un milagro de elegancia y sofisticación vocales, fue en su escena final, después de la bella y emotiva música del claro de luna, donde ella terminó por conquistar a la audiencia del Met y seguramente de todas las salas del mundo donde se transmitió "Capriccio".

La impecable dirección orquestal de Andrew Davis contó con un reparto sólido que mostró grandes cualidades vocales y escénicas.

Destacó el tenor Joseph Kaiser, quien como el músico Flamand...

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