La muerte segun Baruch Spinoza: aproximaciones a una nocion problematica.

AutorCohen, Diana

RESUMEN: En el marco de la Sustancia omniabarcadora, eje del pensamiento de Spinoza, la noción de muerte no está exenta de problemas. Si se la concibe como la destrucción del cuerpo, pareciera que dicha definición complica sustantivamente nuestra concepción de la muerte. Pues si tal como piensa Spinoza, la materia es energía imperecedera, ¿se puede hablar propiamente de aniquilación? Si se afirma, en cambio, que la muerte es la pérdida de la identidad personal, nos podemos preguntar qué se entiende por identidad cuando, leído literalmente, Spinoza nos presenta una única entidad plenamente real: la Sustancia. Y si tomamos en cuenta su doctrina de que hay algo del alma que no perece con el cuerpo y es eterno, la noción de muerte abre interrogantes metafísicos que parecen entrar en colisión con la segunda arte de la Ética, donde se ofrece una descripción puramente mecánica de la realidad. (1)

PALABRAS CLAVE: conatos, destrucción, identidad, individuo, muerte.

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  1. ¿UNA DEFINICIÓN GENÉTICA DE MUERTE?

    Si se espera que nuestro filósofo ofrezca una clásica y prolija definición del concepto de muerte, no es éste el caso. Como se sabe, en lugar de las tradicionales definiciones por género y diferencia específica, Spinoza emplea definiciones genéticas que siguen el modelo de pensar geométrico. Al procurar extrapolar la certidumbre de las ciencias exactas al campo de la metafísica, el autor de la Ethica ordine geometrico demonstrata se habría preguntado cómo hacen los geómetras para determinar si han alcanzado la definición real de una figura. Así descubre que un geómetra percibe esta certeza, en verdad, cuando es capaz él mismo de construir esa figura. Y esto es posible porque su definición es una regla de construcción, y de ella pueden deducirse todas las propiedades de la figura por construir. Se podría objetar que las definiciones estipulativas en general y, en este caso en particular, las definiciones geométricas, al ser nominales, lo son de términos. No obstante, en este tipo de definiciones, el definiens es una expresión que designa la causa que produce la realidad designada por el definiendum. Así se obtiene una definición real de la cosa, en la medida en que se conoce su causa próxima y el modo en que las propiedades de la cosa se siguen necesariamente de esta causa. Por ejemplo, cuando digo "entiendo por circulo una figura producida por un segmento de recta, uno de cuyos extremos es fijo y el otro móvil", explico aquello que entiendo por la palabra circulo (definición nominal), pero también describo la verdadera naturaleza de esta figura.

    Análogamente al modelo geométrico, según cree Spinoza, sus definiciones metafísicas poseen alcance ontológico, pues también son definiciones de cosas, que describen propiamente a estas cosas como son en sí mismas. Ese ordine geometrico consiste, precisamente, en que el sistema spinoziano aspira a fundarse en estas definiciones genéticas. En lo que concierne al tema que nos ocupa, una vez descritas las condiciones de esta clase de definiciones se percibe inmediatamente que, para el filósofo, la muerte ha de presentar más de un problema. Si la condición de una definición genética es el conocimiento de su causa próxima, en el caso especifico de la definición mencionada, no tenemos una idea clara y distinta de esa causa: el médico estima que ya sea el cese de la actividad cardiorrespiratoria, ya sea el del funcionamiento cerebral, se deben presuntivamente al factor x o tal vez al factor y, y el juicio clínico se emite a partir de esta estimación. Su juicio, no obstante, posee un valor meramente probabilístico, y carece de la exactitud propia del juicio del geómetra cuando éste define el círculo. Por lo tanto, debido al valor relativo del juicio clínico, no podemos suponer en el médico el grado de certeza que predicamos del geómetra.

    Esta ausencia de certeza no sólo vuelve problemática una definición apropiada de la noción de muerte, también afecta la determinación de cuáles son los procesos biológicos que indican unívocamente el pasaje de la condición de estar vivo a la de estar muerto. Hasta el momento, según parece, no hay un evento último, claramente definible, que nos indique la pérdida completa de vida: ¿es la ausencia de actividad cardiorrespiratoria?, ¿es el cese de las funciones cerebrales en conjunto?, ¿o sólo de las neocorticales? En la determinación de la muerte, ¿qué criterio ha de primar, el cardiopulmonar, el encefálico, el neocortical? (2)

    Estas cuestiones conciernen no sólo a la calificación de los muertos, sino también a la de los vivos, en cuanto ponen en tela de juicio la identidad entre la noción de ser humano (en cuanto especie) y la de persona (interpretada como entidad a la que se le pueden adscribir estados mentales). Pero además, hoy por hoy, ellas cobran cada vez una mayor relevancia en el campo de la ética aplicada a la medicina, en la medida en que una adecuada definición de muerte y una clarificación de la noción de persona autorizaría, entre otras cosas, a retirarle a un paciente un tratamiento de sostén vital o a extraer los órganos de un ser humano muerto para ser trasplantados en otro vivo.

    En resumen, las discusiones actuales sobre estos temas giran en tomo a dos cuestiones: la primera de ellas es la de cómo debemos definir la muerte. ¿Debemos hacerlo en términos puramente biológicos, de manera tal que pueda aplicarse a cualquier individuo vivo (por ejemplo, decir que se trata del cese irreversible de las funciones orgánicas)? ¿O debemos definirla, tal vez, centrándola en el concepto de persona (y si es así, identificarla con el cese de la personalidad en cuanto tal)?

    La segunda de las cuestiones debatidas concierne al criterio para determinar la muerte de un ser humano. Por ejemplo, si definimos la muerte en términos puramente biológicos, el criterio de muerte se basará en la determinación del órgano o conjunto de órganos cuyo cese irreversible en sus funciones indique la pérdida de la vida. Si definimos la muerte, en cambio, centrándola en la segunda de las definiciones mencionadas, la del concepto de persona, el criterio consistirá en el establecimiento de aquellos procesos biológicos centrales en la vida humana y cuya pérdida indique que la persona ha dejado de existir.

    Spinoza, según se verá, parece tomar posición acerca de estos problemas actualmente en debate: si viviera hoy, el autor de la Ética formaría parte de la vanguardia que defiende un criterio de muerte encefálica o neocortical. En efecto, tal como el filósofo parece sugerir, existen muchas clases de individuos que se consideran vivos cuando no lo están. En términos contemporáneos, el criterio de Spinoza es, curiosamente, demasiaso estricto: mientras se ha llegado a discutir si los anencefálicos o los comatosos irreversibles pueden ser considerados vivos, el filósofo piensa que la sola pérdida irreversible de la continuidad psicológica señala el pasaje entre la vida y la muerte. Pero sobre estos temas nos explayaremos más adelante.

    Por el momento, baste con señalar que estas dificultades, por cierto, fueron vislumbradas por Spinoza, y prueba de ello es que el autor de la Ética no ofrece una definición acabada de muerte. Internándonos ya en la metafísica y en la epistemología de este filósofo, si la definición supone la idea verdadera de una cosa y si, en este sentido preciso con que Spinoza dota a este término, por "idea" Spinoza entiende todo modo del atributo Pensamiento producido por el entendimiento que posee su correlato en el atributo Extensión, entonces carecemos de una idea propiamente dicha de la muerte. Pese a esta imposibilidad de tener una idea de la muerte, Spinoza alude a ella valiéndose de una noción que --pese o, mejor aún, en virtud de carecer de un significado unívoco-- puede rastrearse a todo lo largo de la Ética. Esta diversidad de menciones no debe, pues, sorprender: el sistema de Spinoza aspira a explicar los modos tanto en el orden de la duración (en su carácter de cosas físicas y orgánicas) como en el orden de la eternidad. En el marco del sistema expuesto en la Ética, esta multiplicidad de órdenes se traduce en una riqueza conceptual que obliga a examinar el fenómeno de la muerte desde tres perspectivas básicas que enumeramos a continuación: en primer lugar la muerte se define como la destrucción del cuerpo. En este caso, un individuo muere cuando sucumbe a la presión del ambiente y ya no puede conservar su existencia. En segundo lugar, la muerte se manifiesta como una pérdida de la identidad personal. En tercer lugar, la muerte sobreviene cuando una parte del alma deja de afirmar la existencia del cuerpo. Una vez examinadas dichas perspectivas, se indagarán las razones que habrían llevado a Spinoza a defender, curiosamente, una multiplicidad de sentidos de una noción que, paradójicamente, en el marco de su sistema carece de realidad esencial.

  2. LAS APROXIMACIONES SPINOZIANAS A LA MUERTE

    1. La muerte biológica: la destrucción del cuerpo

      Entre los distintos criterios hoy discutidos mediante los cuales se aspira a definir la muerte, el criterio biológico señala que la muerte humana es la destrucción irreversible del bulbo raquídeo, en la medida en que éste coordina las funciones del organismo considerado como un todo integrado. Esto significa que el cese del funcionamiento de la corteza cerebral no es suficiente para que se produzca la muerte del individuo. (3) Un individuo muere, entonces, cuando deja de funcionar integradamente. Esta perspectiva contemporánea, con ciertas modificaciones explicables por el mecanicismo que inunda su teoría, es anticipada por Spinoza. Así pues, de las distintas definiciones que Spinoza ofrece del concepto de muerte, una de las más precisas se encuentra en E5P23, (4) donde se lee que la muerte es la destrucción del cuerpo. A ella también alude cuando afirma que esta destrucción del cuerpo se produce "cuando sus partes se disponen de tal manera que adquieren unas respecto de otras diversa relación de...

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