Mosaico: Religioso y Dulce

AutorVíctor Doval

"Si lo de Allende es nomás por política, por aquí ni estuvo ni nada", dice con desparpajo el viejo Ramiro, mientras se da bola en la plaza, frente a la Basílica de la Virgen de Talpa.

La imagen, de caña de maíz, como la de sus dos hermanas, fue hecha por indios michoacanos, a la ribera del lago de Pátzcuaro, durante el Siglo 16. Una imagen fue llevada a Zapopan, otra a San Juan de los Lagos y otra a Talpa.

El pasar de los años, casi 100, desgastó gravemente la imagen talpeña de la Inmaculada Concepción. Un fraile ordenó a una mestiza que enterrara la imagen, pues su acabado aspecto causaba irreverencias a la madre de Dios.

María Tenanchi, como dicen que se llamaba la mujer, cavó un hoyo para depositar la pequeña imagen. Con cuidado y tristeza la colocó en la fosa y la imagen despidió, dicen, destellos luminosos y cobró nueva vida.

Ese día, el 19 de septiembre de 1644, es recordado como el día de la renovación y su fiesta se suma a las cuatro que durante el año se realizan en honor de la Virgen en Talpa.

La más grande de las cinco festividades es la de marzo, cuando más fieles se reúnen en torno a la Basílica, erigida como tal en 1782. Un enorme arco a las afueras de Talpa recibe a los miles de peregrinos que cinco veces al año van al pueblo y visitan a la Virgen.

Curiosamente es el día que el calendario católico dedica a San José, el 19 de marzo, cuando la Virgen celebra su mayor festejo. Se supone que la fiesta es en honor del santo varón, pero en los hechos los fieles desbordan su ánimo religioso a los pies de su esposa, la Virgen María.

"Pobre señor San José", exclama Julita, "mire que no hacerle caso en su mero día, lo bueno es que es muy santo y que si no le hacen caso es por su esposa".

La gente inunda las calles empedradas y adoquinadas de Talpa. Van de rodillas, en hombros de los más grandes los más chicos. Algunos lloran, otros cantan.

Y en el ambiente, siempre, además del fervor a la Madre de Dios, se puede respirar el aroma al dulce, al rollo de guayaba.

Fue en Talpa, dicen, que se inventó el peculiar dulce. El artífice, el artista: el Güero Curiel, un señor ya viejo, que sigue haciendo el rollo de guayaba en la maquinita que él mismo inventó hace ya más de medio siglo.

Todo Talpa está envuelto por el perfume de la guayaba. Los portales exhiben artículos religiosos y rollos del famoso dulce. Sus calles huelen a incienso y a guayaba.

En donde se unen las montañas...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR